lunes, 11 de febrero de 2008

El Marxismo de l@s Cristian@s por el Socialismo

ESQUEMA DEL TRABAJO


1. ¿DE QUÉ MARXISMO HABLAMOS?

1.1. Marxismo soviético o dogmático.
1.2. Marxismo crítico o humanista,

2. ¿QUÉ MARXISMO ES REVOLUCIONARIO?

2.1. ¿De qué revolución habla el marxismo y quién la lleva a cabo?

2.2. El marxismo dogmático no es revolucionario.
2.3. El marxismo humanista sí lo es .

3. EL MARXISMO QUE ASUMEN L@S CPS

3.1. El marxismo en la conciencia cristiana
a) La religión es una ilusión
b) La religión es una ignorancia
c) La religión es una resignación frente a la opresión
d) Respuesta de l@s CPS a estas críticas

3.2. La conciencia cristiana en la conciencia marxista
a) Relaciones con los partidos marxistas
b) Militancia de cristianos en partidos marxistas
c) Relaciones entre masas y vanguardia; lucha política y cultural


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INTRODUCCIÓN

¿Por qué socialismo apuesta el movimiento de Cristianas/os por el Socialismo? El socialismo que aparece en los documentos fundacionales de las/os CPS es claramente marxista. Las/os CPS, se decía: “asumimos en nuestra praxis la relación dialéctica de fe cristiana y marxismo que vivimos unitariamente” (el subrayado es mío) (Fierro-Mate 194). Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética en el 1991, la referencia marxista del socialismo entra en crisis en la mayoría de los partidos de izquierda. En unos, porque lo abandonan pura y simplemente, como los socialdemócratas europeos y en otros porque, aunque sigan manteniéndolo, pierde su inspiración originaria y deja de ser significativo en cuanto a la transformación radical de la sociedad.

En el movimiento de CPS parece haberse difuminado también la referencia marxista del socialismo de sus orígenes. Bien es verdad que, en el aniversario de los 25 años de CPS (5-6 diciembre del 1998), se afirma explícitamente que: “CPS siempre ha mantenido una opción por el socialismo marxista” (García Mauriño 1999, 27) y varios documentos de las Jornadas están en esa línea. Sin embargo, en los documentos posteriores de las Jornadas anuales, se sigue creyendo en el Socialismo, pero a secas y ya no aparece en ninguno de ellos la referencia al socialismo marxista. Tal vez por ello, en las Jornadas de este año, todos los grupos de trabajo expresaron su intención de recuperar el marxismo como inspirador de nuestro movimiento de CPS. Siguiendo estas orientaciones, me permito reflexionar sobre el marxismo que los CPS pueden hoy asumir.

¿Puede volver a ser el marxismo un elemento, junto a la fe liberadora, de la relación dialéctica de nuestra praxis, como lo expresamos en los orígenes? Para responder a esta cuestión, lo primero que debemos preguntarnos es de qué marxismo, entre los muchos existentes, hablamos. Y ¿sigue siendo hoy revolucionario el socialismo marxista? Clarificadas estas cuestiones, abordamos finalmente el marxismo que pueden asumir los CPS.



1. ¿DE QUÉ MARXISMO HABLAMOS?


Para la posmodernidad radical, como es sabido, tanto las religiones como, sobre todo, el marxismo no tienen ya sentido. Para la posmodernidad ya no hay explicaciones sistemáticas y son inválidas las cosmovisiones y los grandes relatos. No existe una historia unificada, sino sólo textos, relatos y eventos indeterminados, desconectados e incoherentes. No existen tampoco clases sociales, sino subgrupos, tribus o castas que buscan únicamente sus intereses parciales, individuales o corporativistas. Y ello de un modo acelerado, instantáneo, en cambio continuo. Es la cultura hipermoderna del “más aprisa y siempre más” (Lipovetsky 80 ss). No obstante, sin entrar en el problema de la vigencia del marxismo, sí cabe recordar, frente a esta postmodernidad que partiendo del reconocimiento de la realidad de la incertidumbre, de lo aleatorio, del cambio y del instante, no puede negarse el sentido auto-organizado de la vida. Si ésta evoluciona al azar, se ve también que en su devenir construye estructuras reorganizadas (Houtart 54-60). Por ello, cobran hoy vigencia tanto las religiones como los sistemas de futuro, como es el caso del marxismo. El problema para nosotros los CPS es preguntarnos ahora de qué marxismo hablamos, porque hay muchos marxismos al igual que hay muchas formas de entender el cristianismo. Y, lógicamente, al hacernos esta pregunta no nos la hacemos de modo especulativo y abstracto, sino desde nuestra fe liberadora, desde nuestras luchas por los marginados y oprimidos de este mundo, es decir, desde nuestra opción de clase. Desde esta posición si se nos está permitido preguntar, de qué marxismo hablamos, para poderlo asumir o rechazar. En esta línea, muy esquemáticamente, podemos distinguir, al menos, estas dos:

1.1. Marxismo soviético o dogmático. Este marxismo es el que se plasmó en la revolución ruso-soviética (1917), expusieron después los manuales oficiales soviéticos y asumieron posteriormente para la formación de sus militantes los partidos comunistas. Marxismo que desapareció políticamente con la caída del muro de Berlín (1989) y cuyos estertores en tiempos de Gorbachov pinta dramáticamente Manuel Castells (1992), pero que aún se mantiene como teoría científica en muchos partidos comunistas. Puede caracterizarse esquemáticamente en estos puntos:

A) Es un marxismo materialista objetivista, metafísico u ontológico. Este marxismo entiende el materialismo, en que se basa, de modo físico u objetivo, que coincide fundamentalmente con el materialismo burgués según Marcuse (12, 172-76), como lo entendió Feuerbach y fue desarrollado por Lenin (Fierro-Mate, 129-141). Éste afirma claramente que “en el reconocimiento de la teoría del reflejo reside exactamente el materialismo”, es decir, nuestro proceso cognoscitivo es una reproducción fotográfica -retrato pasivo- del mundo exterior. Lo que equivale a afirmar que desaparece la actividad creadora del sujeto, que la conciencia carece de cualquier autonomía y que la materia física o realidad objetiva es la única realidad. Esta teoría, base el comunismo soviético, se presenta como una teoría científica universal y definitiva que, elaborada por Marx, Engels y desarrollada posteriormente por Lenin y Stalin, hay que “aplicar” a las distintas realidades humanas, del mismo modo que se aplicó en la revolución rusa. Según ella, el “materialismo histórico” o la ciencia fundada por Marx, se subordina al “materialismo dialéctico”, es decir a la filosofía abierta por Marx (en frase de Althusser, 11). Este marxismo es más una teoría filosófica, una teoría del conocimiento, que una praxis. Es un marxismo totalitario y centralista, porque si cualquier hecho real que conozcamos es objetivo por el mero hecho de ser una copia fotográfica de la realidad ¿Cuál será entonces el criterio de verdad? ¿Quién decide cuándo el pensamiento corresponde a la realidad? Al no poder ser el mismo acto de conocer, se recurre a una instancia externa, que en la práctica es la posición de la mayoría del partido, justificación de la dictadura del partido, de la jerarquía, sobre la base o la minoría. (Marcuse, 78, 140-148; Fierro-Mate, 132, 140).

B) Es un marxismo determinista o mecanicista y economicista. Determinista o mecanicista porque reconoce a la realidad material, a la naturaleza con sus leyes objetivas e independientes del hombre, como lo único existente y, por lo tanto, lo más importante. El ser humano, por su parte, estará totalmente determinado a conocer o captar las leyes que son propias a esa realidad exterior, objetiva e independiente del sujeto, llamada naturaleza y aplicarlas en su vida, lo que elimina la concepción histórica de la sociedad (Fierro-Mate, 126 y ss.). Y es economicista porque el factor económico, las condiciones de producción resultante de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre ellas, es lo que determina “en última instancia” la vida social. El desarrollo histórico de la sociedad en su conjunto está determinado por lo económico. En esta visión determinista se basa la posibilidad de estudiar la historia como a la naturaleza, con un método científico que descubra sus leyes necesarias, de prever sus desarrollos futuros y organizar la acción revolucionaria en función de estos datos. (Girardi 1977, 72-73). El paso del capitalismo, por ej., al socialismo se hará automática o fatalmente, mediante la acción del proletariado (Girardi 1998, 50). Este marxismo afirma categóricamente que la infraestructura económica determina al resto de las actividades humanas. Niega, por tanto, la relativa autonomía y dinámica propia de los otros valores o actividades humanas (la llamada superestructura), como las jurídico-políticas (leyes, Estado etc), y las ideológicas (ideas, ética, cultura, costumbres, religión, arte etc).

C) Es un marxismo intrínsecamente ateo. La religión para este marxismo es una droga o el “opio del pueblo”, porque al esperar “la otra vida”, “la eterna” como la verdadera, crea en el ser humano la psicología del desterrado, induciéndole a aceptar como inevitables la miseria o la injusticia de aquí, la explotación u opresión terrena y, por tanto, a resignarse ante ellas. La religión es un producto inconsciente de las relaciones económicas existentes en la sociedad y siempre será alienante por ser la búsqueda de una evasión ante las frustraciones de la vida. (Girardi 1998,141). Es más. Es un marxismo ontológicamente ateo, porque lo espiritual es producto del desenvolvimiento de la materia física, fuera de la materia física nada puede existir. En realidad, no existe en el hombre una natural inquietud religiosa; ésta no es más que un producto de las condiciones históricas, una necesidad adquirida. No es un fenómeno normal, sino anormal. En definitiva no es Dios quien crea al hombre que deba re-ligarse o volverse a El, sino que es el hombre el que crea a su dios y, por tanto no necesita de ninguna re-ligación. (Girardi, 1977, 78 y ss). Sabemos que este ateismo lo desarrollaron Lenin, Stalin y los otros dirigentes soviéticos, manifestándose también, de modo beligerante, en los países del socialismo real. Puede recordarse el famoso Informe Ilïtchev (invierno de 1964) en el que el famosos ideólogo soviético expone las diversas formas de luchar contra la religión. (Comín 29).

1.2. Marxismo crítico o político-humanista, Existe otra interpretación del marxismo basada en las aportaciones europeas de Ernst Bloch, Gramsci, Berlinguer, Lombardo Radice, Garaudy, Manuel Sacristán, Azcárate, González Ruiz, Aranguren, Comín, Solé Tura etc., y a los que es necesario añadir la experiencia revolucionaria cubana e iberoamericana, con las aportaciones del Che Guevara y F.Castro., Marta Harnecker, etc., y que puede caracterizarse como sigue:

A) Marxismo materialista histórico. Materialismo, ciertamente, pero opuesto al idealismo de Hegel no al espiritualismo, en frase de E.Cardenal en una conversación con Fidel Castro (Comín, 27). No es el desarrollo de las ideas, ni la comprensión por parte del ser humano de la verdad o justicia eterna la causa última de las relaciones sociales. “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser; es inversamente su ser social el que determina su conciencia”, dice Marx (Prefacio a la crítica de la economía política). Por ello, la base del orden social está, ante todo, en la obra de transformación de la naturaleza por el ser humanos, en la producción y el intercambio de los bienes materiales que necesita para vivir (comida, vestido, vivienda, educación, sanidad etc.). En estas relaciones materiales con la naturaleza, para transformarla en bienes materiales, es en lo que consiste el materialismo de Marx. Pero este materialismo no es objetivista, sino histórico. Es decir, que la forma en que las mujeres y los hombres transforman la naturaleza está determinada por las relaciones que ellos establecen en el proceso de producción. Y que estas relaciones de producción son relaciones sociales de dominación o explotación, en las que los trabajadores venden su fuerza de trabajo al capital que la compra para extraer de ella la plusvalía. Con lo que la existencia de clases antagónicas está inscrita en el corazón mismo de esas relaciones de producción, antagonismo que origina una lucha de clases, en primer lugar, por parte del capital perpetuando o reproduciendo las condiciones materiales, ideológicas y políticas de la explotación. La rebelión o lucha de clases posterior del proletariado y todo el pueblo oprimido contra esas condiciones de explotación capitalista en su vida laboral y social no sólo es un acto de justicia (aspecto moral), sino que pertenece a su propio ser o dignidad de persona. Esta lucha de clases del proletariado por su liberación del yugo capitalista le hace salir de su “inmadurez” subjetiva, hace prevalecer sus intereses reales o históricos sobre los inmediatos o económicos. En definitiva, vuelve a ser “clase para si”, a tomar conciencia de su ”ser de clase” (Harnecker, xi-xv, 165-215).

Marx supera así el materialismo objetivista de Feuerbach (Tesis I) y el materialismo burgués (Marcase 172-178) mediante su “materialismo histórico”. El marxismo es ante todo una praxis (la lucha de clases) que verifica a la teoría. No es, por tanto, una teoría filosófica acabada cuyas leyes universales de la materia se deben aplicar a la historia, sino que es una ciencia llamada “materialismo histórico”, anterior no consecuencia, de las leyes o filosofía del “materialismo dialéctico”. (Marcuse 148; Girardi 1998, 51). Por todo ello, se denomina a este marxismo crítico y político, por rechazar el carácter deductivo de una teoría general de la realidad y por colocarse en un planteamiento práctico, desde el punto de vista de las clases explotadas.

B) Marxismo humanista no economicista. El marxismo afirma, ante todo, el valor y la dignidad del ser humano. Éste es, sobre todo, un fin en sí y para si mismo y no un medio. De esta autonomía radical nace su concepción de la libertad y la concepción negativa de la esclavitud humana o “alienación”. La superación de toda clase de alienaciones, no sólo de la económica como la más fundamental, sino también de la ideológica y de la jurídica, de la cultural, filosófica, de la religiosa etc., es la tarea histórica de la persona y de la sociedad. De esa forma realizará su ser personal y social ideal, se encontrará a si mismo, resolverá sus contradicciones y alcanzará su libertad. Este esfuerzo histórico del ser humano, personal y social, hacia la libertad está animado por una certeza: la de que las alienaciones quedarán superadas un día y que al final se alcanzará una sociedad sin clases y sin explotación (Girardi 1977,51-53). Este marxismo humanista, por otra parte, no es economicista, pues aunque parte de que la economía o las fuerzas productivas y sus relaciones de producción determinan “en última instancia” las ideas de las personas y la estructura social, no afirma que lo ideológico (la cultura, la ética, la religión, las leyes y costumbres etc.) se reduzcan simplemente de lo económico. Reconoce que la ideología tiene sus propias leyes de funcionamiento y desarrollo (Harnecker, 107-109). Por ello, Marx defendió siempre la autonomía relativa de la cultura, de la ética, de las leyes, incluso de lo religioso con respecto a esa base económica. Nada impide al materialismo histórico marxista el reconocer la autonomía de lo espiritual, de lo religioso, de la cultura, etc., dentro del conjunto materialista. A lo que se opone el materialismo marxista es a la autonomía plena de lo ideológico, no a su existencia (Fierro-Mate 127). El objetivo del materialismo humanista, pues, no es sólo transformar sólo las relaciones de producción y sus agentes, sino a toda la estructura social humana, con sus leyes, las ideas y costumbres ético-políticas y religiosas que contribuyen a la opresión de unas personas por otras. El sujeto revolucionario no es ya sólo el obrero proletario –que será el fundamental- sino toda persona oprimida, toda la comunidad o el pueblo oprimido, incluso en los aspectos étnicos y nacionalistas (Girardi 1998, 52)

C) Marxismo respetuoso con lo religioso. Creemos que el ateismo no es intrínseco al sistema marxista, ni esencial a la concepción del partido o del Estado (Girardi 1977,184-185), por lo que será un marxismo respetuoso con lo religioso. Pero esto lo veremos de modo amplio en el punto tercero.


2. ¿QUÉ MARXISMO ES REVOLUCIONARIO?

De los marxismos arriba expuestos ¿cuál es revolucionario? Y, ante todo, ¿es posible hoy una revolución?


2.1. ¿De qué revolución habla el marxismo y quién la lleva a cabo?

De nuevo la posmodernidad cuestiona la posibilidad de una revolución que cambie o transforme el sistema imperante. ¿Para qué, si la globalización del consumo tiene a todos contentos? Sin embargo, son hoy muchos los autores que reconocen que nuestra época está instalada en un cambio constante, en una rápida aceleración, en una revolución permanente. Hay quien denomina a nuestra sociedad como “sociedad de riesgo” o a nuestro modelo social como apocalíptico o catastrófico, pero no infernal (Vidal Fernández 13). Si estamos, pues, instalados en la revolución, ¿de qué revolución habla el marxismo?

La revolución marxista consiste en la tarea histórica del ser humano, individual y social, de liberarse de todas las alienaciones posibles, económicas, ideológicas, políticas, religiosas, etc. que están presentes en su mundo. No es cambio de mentalidad, de sólo enriquecimiento personal y autónomo, de contemplar la realidad y expresarla en grandes ideas, sino de transformar la sociedad capitalista presente en que se vive. Este esfuerzo histórico está animado por la certeza de que un día se hará realidad el paso o tránsito del capitalismo al socialismo, en donde las alienaciones quedarán superadas y se alcanzará una sociedad sin clases y sin explotación. Marx y Engels, que analizaron las sociedades industriales de Inglaterra y Francia de su tiempo, afirman que el sujeto que puede realizar esta tarea es el proletariado industrial. El proletariado es, para la teoría marxista, la única fuerza social que puede lograr el paso o la transición a un etapa superior de civilización, es decir realizar la revolución.(Marcuse, 23).

Sin embargo, el marxismo admite que el proletariado puede dejar de actuar como clase revolucionaria y que, ganado por la comodidad o el nivel de vida que le ofrece el capitalismo, se invierta su tendencia natural de lucha de clases hacia la colaboración entre las clases. Se transforma entonces, en frase de Lenin, en la “aristocracia del proletariado”. Este fenómeno se explica por el estado de “inmadurez” subjetiva en que puede estar sumido el proletariado, durante cierto tiempo, durante el que prevalecerán los intereses inmediatos (económicos) sobre sus intereses reales (históricos). En definitiva, es como una regresión temporal y transitoria después de la cual la tendencia revolucionaria volverá a estar presente en la conciencia de clase del proletariado organizado. Situación ésta que vemos hoy totalmente cumplida, más que nunca. Marx expresa esta situación diferenciando la posición del proletariado como “clase en si” (la condición objetiva del proletariado) y de “clase para si” (cuando posee conciencia subjetiva de su condición). Ahora bien ¿qué condiciones harán despertar al proletariado de su inmadurez? O ¿quién le hará evolucionar para que sea “clase para sí”?

Marx y Engels creían que la inmadurez del proletariado sería superada por las contradicciones internas cada vez mas graves del capitalismo, que causarían la deshumanización y pauperización del trabajador, lo que despertaría su conciencia de clase y les llevaría a la radicalización política, es decir, a su organización en “partido” como instrumento para la toma final “del poder político”, con la consiguiente destrucción del capitalismo y la desaparición de las clases, como tales (Marcuse 30-33). Pero ¿cuándo sucedería esto?


2.2. El marxismo dogmático no es revolucionario.


El triunfo de la revolución rusa sería para Lenin la respuesta a la pregunta anterior. Pero Lenin, basado en su experiencia del triunfo de la revolución en la atrasada Rusia y en el fracaso de la revolución en Alemania (1918-1921) y en el resto de países industrializados, introdujo ciertas modificaciones en la teoría marxista de la revolución. En primer lugar, resalta el papel del campesinado como aliado del proletariado industrial (pues Rusia era un país atrasado industrialmente, como ocurriría después en la China de Mao) y, en segundo lugar, afirma que la conciencia de clase debe ser infundida en el proletariado “desde fuera”, es decir, será “la vanguardia del partido obrero” quien hará despertar al proletariado de su inmadurez, mostrándole sus intereses históricos por encima de sus intereses inmediatos. De esta forma –señala Marcuse- “se echaron los cimientos para la construcción del partido leninista, mediante el cual los intereses auténticos y la conciencia auténtica del proletariado quedaban localizados en el seno de un grupo separado y distinto de la mayoría del proletariado” (Marcuse.37).

Stalin, tras la muerte de Lenin, observando el desarrollo de los países capitalistas, sobre todo de EEUU, se olvida de las contradicciones internas en que puede caer la economía capitalista y las luchas de clase que puede liderar el movimiento obrero y coloca estas contradicciones entre el mundo capitalista y el Estado soviético, es decir, las traslada a la continua emulación técnico-industrial entre ambos sistemas. Así es como, durante el estalinismo, se llevan a cabo las dos prioridades fundamentales de la sociedad soviética: por una parte, la prioridad de la industria pesada y militar sobre la alimentación, consumo y vivienda y, por otra, la prioridad del Partido sobre el Estado y de éste sobre la sociedad soviética, por medio del crecimiento constante de la planificación industrial y de la centralización autoritaria ( el denominado Gosplan; Castells 24); y el crecimiento de la dictadura del partido, del totalitarismo sobre el proletariado y el campesinado (Marcuse 78-79; Castells 24-31 ).

En definitiva, la praxis total del marxismo soviético-dogmático (aún sin considerar la opresión, el terror, las deportaciones, los internamientos psiquiátricos, las muertes y asesinatos del período estalinista) nos muestra que aquel no fue revolucionario, sino conservador. Porque no cree en la potencia revolucionaria del proletariado sino en las élites o en la vanguardia del partido. Las masas carecen de toda autonomía, están privadas de su capacidad de cambio, de evolución. En el marxismo soviético prevaleció la institución sobre la persona, lo social sobre lo individual, la autoridad jerárquica sobre la iniciativa particular. La dictadura del partido sobre la sociedad y de la nomenklatura sobre la base.


2.3. El marxismo humanista sí es revolucionario.


Para el marxismo político-humanista, en cambio, el objetivo de la revolución sigue siendo la tarea histórica del ser humano, individual y social, de liberarse de todas las alienaciones: económicas, ideológicas, políticas, religiosas, etc. que están presentes en su mundo, lo que ocurrirá en “ese otro mundo posible” del tránsito del capitalismo al socialismo, en donde las alienaciones quedarán superadas y se alcanzará una sociedad sin clases y sin explotación. Mantiene que, ante todo, están las alienaciones económicas, porque “a nivel mundial la contradicción económica sigue siendo la contradicción social fundamental” (Botey,,p.14). El humanismo marxista analiza y denuncia, en primer lugar, las relaciones económicas bajo el punto de vista de explotados y oprimidos a todos los niveles: económicos, políticos, culturales, étnicos, de nacionalidad, religiosos etc., y en todos los ámbitos: locales, nacionales y mundiales, particularmente África y los pueblos del Sur. Estas relaciones de explotación no son una fatalidad étnica, geográfica, ambiental etc., sino fruto de opciones colectivas de grupos humanos que sólo miran a la acumulación capitalista. Tampoco son una cadena objetiva de acontecimientos económicos (economicismo de Jeffrey Sachs inspirador de la campaña de la ONU en los objetivos del Milenio y de Pobreza cero), sino que están marcadas por opciones ético-políticas que expresan, consciente o inconscientemente, la voluntad de dominio y explotación de los grupos sociales dominantes. Luego pueden y deben cambiarse cualitativamente (revolución), no sólo paliarse o cuantitativamente aminorarse, mediante la acción de todo el pueblo organizado, con la punta de lanza del proletariado.

Generalmente, siguiendo a Marx, el marxismo político-humanista sigue señalando al proletariado industrial como el sujeto histórico de la revolución, porque es él quien fundamentalmente experimenta las relaciones de explotación de la clase capitalista y, por tanto, debe ser él quien luche por la liberación de esa alienación humana fundamental, es decir, la económica. Ahora bien, esta contradicción fundamental de explotación que impone el capitalismo repercute en toda la sociedad (todo está mercantilizado), tanto en los trabajadores activos, como en los parados y en los trabajadores precarios, en los jubilados como en los inmigrantes y en los excluidos del sistema etc., como en las fracciones de clase, en el campesinado, en la pequeña burguesía, en autónomos, las pymes de distribución y servicios, incluso en muchos ejecutivos. Por ello, el marxismo humanista mantiene que todos los oprimidos y explotados, directa o indirectamente por el capital, pueden ser sujetos revolucionarios, al igual que el campesinado lo fue en la revolución rusa, en la China de Mao y como, en nuestros días lo han sido el Partido dos Trabalhadores en Brasil o el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica. Lo mismo hemos de decir de todos los Movimientos sociales, ONGs, Asociaciones por los Derechos Humanos, a favor de los inmigrantes, Ecologistas, Cristianas/os y de otras religiones por el Socialismo, etc., etc. Todos los que de una forma o de otra luchan hoy por la liberación de las alienaciones tanto económicas como ideológicas, políticas, jurídicas, culturales, religiosas etc., son sujetos revolucionarios, tratan de anticipar la venida de ese “otro mundo posible”, es decir, del tránsito del capitalismo al socialismo.

El proletariado será siempre el sujeto propio revolucionario, porque experimenta la contradicción fundamental de la lucha de clases, la alienación económica capitalista, que en última instancia es la fundamental. Pero no es la única. Junto a la alienación económica están el resto de alienaciones las políticas y las ideológicas: culturales, jurídicas, artísticas, religiosas etc., que tienen su propia, aunque relativa, autonomía en la sociedad capitalista. Si los Movimientos sociales toman conciencia de estas alienaciones y luchan por su liberación, contribuyen a la desaparición de las mismas, son “sujetos aliados” del “sujeto propio revolucionario”, del proletariado y un día sus luchas le harán despertar. Esta fue la intuición de Antonio Gramsci al sostener que “la revolución socialista” se llevará a cabo mediante “ la formación de una voluntad colectiva” (Paggi, 63), es decir, que será la extensión popular del cambio social lo que finalmente hará la revolución La vanguardia de los partidos marxistas deberán establecer “alianzas de clase” con estos Movimientos, como Lenin y Mao lo hicieron con el campesinado y Fidel en Cuba. Seguir creyendo que la vanguardia es la única que puede hacer despertar la conciencia de clase del proletariado –creyéndose, como la Jerarquía de la Iglesia católica, que poseen las esencias de la verdad-, es mantener sólo una parte de la tesis leninista, no su sentido completo, es decir, ver con quién deberá aliarse para llevar la revolución adelante. De lo contrario los Movimientos sociales, como ocurrió en Mayo del 68 en Paris, emanciparán ciertamente a las masas de “las aristocracias obreras” o de las vanguardias de los partidos que, en muchas ocasiones, están ajenas y separadas de la mayoría del proletariado y de toda lucha social. Pero, en este caso, será difícil realizar la Revolución proletaria, porque falta el sujeto propio revolucionario, quien en su despertar será el que vertebre, aúna y dirija (organizándose en un partido, según Marx) todas las luchas contra las alienaciones. Él es el que dará una “respuesta global” a todas las respuestas parciales que los Movimientos sociales tratan de dar en sus sectores particulares (Botey, 14)



3. EL MARXISMO QUE ASUME CPS


¿Qué marxismo asume el Movimiento de Cristianas/os por el Socialismo? Claramente el marxismo político-humanista revolucionario ¿Qué significa que los CPS asumen este marxismo revolucionario? Significa, ante todo, que se establece una síntesis o unidad no entre dos sistemas teóricos, entre el marxismo y cristianismo, sino entre dos conciencias o entre dos formas de actuar, entre la conciencia de clase marxista y la conciencia cristiana. Se afirma que no existe contradicción entre esas dos praxis. Por ello, se vuelve a manifestar, como al principio, que las/os CPS “asumimos en nuestra praxis la relación dialéctica de fe cristiana y marxismo que vivimos unitariamente” (Fierro-Mate, 194). Para comprender esta postura analizamos, primero, los problemas que plantea el socialismo marxista a la conciencia cristiana en la Iglesia y, en segundo lugar, el problema que plantea la conciencia cristiana dentro del socialismo marxista revolucionario (Girardi 1976, 49 ss).


3.1. El socialismo marxista revolucionario dentro de la Iglesia


La crítica más severa que la conciencia marxista hace a la conciencia cristiana es la crítica da su práctica religiosa. Para el marxismo la religión es una alienación o enajenación, porque es: una ilusión, una inversión de la realidad, una ignorancia frente a la concepción científica del mundo y una resignación frente a los explotadores.


A) La religión como ilusión e inversión de la realidad.

Para la conciencia marxista el ser humano, individual y social, se hace y se crea por medio de su actividad, de su trabajo, se libera dominando la naturaleza, humanizándola. Su libertad es una incesante conquista, un esfuerzo ético, una liberación de todas las alienaciones posibles: económicas, políticas, ideológicas, culturales y religiosas, que están presentes en su mundo. La alienación religiosa es una de las más sutiles y profundas, porque es una ilusión, una inversión del ser real, del ser humano, al proyectar para “otro mundo” la verdadera vida, produciendo una ruptura entre la vida real y la vida ideal o abstracta. Por ello, aunque en la religión se expresan los sufrimientos humanos, donde la criatura suspira y protesta por su opresión, sin embargo, si los valores los pone en ese mundo irreal y abstracto, la religión es una ilusión, una conciencia invertida del mundo, una realización fantástica de la esencia humana, carente de toda realidad. Su abolición será condición para que el ser humano pueda ser feliz en este mundo. Así lo expresa Marx en el famoso texto de la Introducción a la crítica de la filosofía del Derecho de Hegel.: “El sufrimiento religioso es, por una parte, la expresión del sufrimiento real y, por otra, la protesta contra el sufrimiento real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo. La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real. La exigencia de abandonar sus ilusiones sobre su situación es la exigencia de que se abandone una situación que necesita de ilusiones. La crítica de la religión es, por lo tanto, en embrión, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea con un halo de santidad” (la bastardilla es del mismo Marx).


B) La religión es una tapadera de nuestra ignorancia.


En segundo lugar, para Marx la religión surge de la impotencia del hombre primitivo frente a las fuerzas de la naturaleza. Como no puede luchar contra ellas, las diviniza. Se inventa un ser todopoderoso, extraño y fuera de sí, quien puede otorgarle, si se lo pide, lo que él es incapaz de conseguir. Por ello, la religión ha sido siempre un férreo obstáculo al progreso de la ciencia. Engels, sobre todo, demuestra en su Dialéctica de la naturaleza, cómo la religión se ha opuesto tenazmente al desarrollo del pensamiento científico y cómo, tanto la Iglesia católica como la protestante, persiguió a los más grandes hombres de ciencia, los quemó en la hoguera, destruyó sus trabajos y luchó implacablemente contra la concepción científica del mundo, contra la democracia y el socialismo. En definitiva, la religión es una forma de ignorancia, una tapadera de nuestras deficiencias, destinada a desaparecer con el progreso de la visión científica del mundo. Santiago Carrillo, y otros dirigentes del PCE, mantienen en el año 1967, que “Dios se extinguirá en la mente de los hombres cuando deje de ser un valle de lágrimas, cuando la humanidad viva feliz, tranquila, sin temores ni miserias, cuando la ciencia sea patrimonio de las masas” (Comín, 68).


C) La religión es una resignación frente a la explotación.


Pero para Marx, esta crítica de la religión no es aún suficiente. Para él la religión no es sólo una forma de alienación, sino la alienación fundamental, porque está en relación con la alienación económica del proletariado. En las relaciones sociales de producción, el fruto de su trabajo irá siempre en beneficio del capitalista, no en su provecho. Esta alienación económica es la “injusticia fundamental”, “el pecado original” de todo el sistema capitalista. De todo el sistema porque esta infraestructura económica determina (del modo anteriormente expuesto) las superestructuras política-legislativa del Estado e ideológica (religión, moral, cultura, filosofía, arte etc) del resto de la sociedad. Por lo tanto, en nuestra sociedad clasista burguesa, la religión, como componente de la ideología de la clase burguesa dominante, tendrá una doble función: a los proletarios oprimidos les ofrecerá la compensación de sus frustraciones económicas, será la droga, el opio o narcótico que les inducirá a resignarse ante la injusta situación en que se encuentran y les impulsará a recluirse en su interior en donde encontrarán a su Dios, en espera de la recompensa futura que Él les ha prometido. A la clase dominante, a cambio de sus limosnas o beneficencia, les justificará y tranquilizará su conciencia de explotadores aquí abajo y les venderá fáciles billetes de entrada para el cielo. La religión es, por tanto, la aliada natural de la burguesía. La alianza entre el altar y el trono nace de la alianza entre la religión y el capital (Girardi,1977,78-82). Esta alianza hace responsable a la conciencia cristiana de todas las destrucciones, explotación y crímenes que se han cometido y cometen por el capitalismo burgués. Ante todo, de la destrucción de la naturaleza y sus ecosistemas, que el cristianismo alentó y de toda clase de explotación, paro, angustia, hambre etc., que el capitalismo causa tanto en el primer como, sobre todo, en el tercer mundo.


D) Respuesta de las/os CPS a estas críticas


Las/os CPS constatamos, sin la menor duda, de que la religión que históricamente conocieron Marx, Engels y Lenin en su tiempo y que aún practica gran parte de todas las confesiones cristianos, tiene los rasgos y características anteriormente apuntadas.

Es cierto que, para el cristianismo tradicional, el “núcleo central de su religión” tiene dos aspectos fundamentales. El primero es la experiencia de la naturaleza como una realidad numinosa, se la considera como la huella o los vestigios de Dios. Los Salmos cantan a Dios en el esplendor del sol y los cielos proclaman “su gloria”. A Dios se le consideraba como un factor intramundano, una especie de clave del universo. A Él o a su presencia en la naturaleza se acude, se ora, se le ruega para que la enfermedad, la desgracia, las calamidades no nos destruyan, porque la salud y la enfermedad, en este valle de lágrimas, todo procede o viene de El. De aquí se deriva toda la mística del “desprecio de este mundo” y el ideal ascético y monástico de la “fuga mundi” basado en la promesa de la recompensa “en el otro”.

El Renacimiento rompe ya con esa sacralización medieval de lo mundano, al transformar el cosmocentrismo en antropocentrismo, pero es el marxismo quien pone de manifiesto que esta religión se inventa y se fabrica un dios en contra del ser humano, mientras éste no es dueño de si, ni de la naturaleza. Ese dios es la explicación de su impotencia, tapadera de sus deficiencias, la alternativa a la ciencia.- La conciencia cristiana de las/os CPS reconocemos la justeza de esta crítica y hoy vemos en ella un instrumento de “purificación de la idea de Dios” y de formas caducas de religiosidad. Lo que Marx critica, y con razón, es la interpretación del cristianismo en términos platónico-agustinianos (Girardi 1977,64) y luteranos, mediante la cual todo se espera de Dios (la sola fides es la que salva) al “obligarle” a estar presente en lo terrestre y mundano y hacerle intervenir para que supla nuestra impotencia terrena y humana. Este dios es un “tapagujeros” (Schillebeebecx, 184 ss). Hasta el Vaticano II, en la Gaudium et Spes, no se llega a reconocer la plena autonomía de lo mundano y la nueva relación del ser humano con el mundo, en donde aparece como sujeto o demiurgo de su acción humanizadora sobre la naturaleza. Reconociendo la autonomía de la ciencia, de la política, de la cultura, de la moral estamos mejor preparados para descubrir el nuevo rostro de Dios (Torres Queiruga).

El segundo aspecto del “núcleo central” de la religión tradicional cristiana está en cómo entiende sus relaciones con Dios y el prójimo. Con Dios establece una relación interna y personal con Él, como Dios trascendente y omnipotente, que se extiende también a Cristo, a la Virgen María y a los santos (amor a Dios). Lo espiritual, por tanto, está en la vida personal, en la intimidad de la persona que se relaciona con Dios y que constituye su vida religiosa. En segundo lugar, está la conducta moral con los demás hombres y mujeres (amor al prójimo). Su vida religiosa y su amor al prójimo se explicitarán públicamente en actos religiosos, sacramentos, ritos, procesiones y obras de misericordia. En este “núcleo interior” de la vida personal es donde se realiza la lucha entre el bien y el mal, donde se realiza también la vida intelectual, cultural, artística, etc. El cristianismo es personalista y, por ello, reconoce a la persona como autónoma. Pero este “núcleo personal” autónomo será siempre privado y neutral con respecto a las estructuras políticas y económicas y, por tanto, su vida personal será apolítica. La conciencia cristiana, o bien niega la lucha de clases y considera su existencia como una visión maniquea de las cosas, o bien, si la admite la considera como secundaria, externa a su vida interior (Girardi, 1976,14-15).

La conciencia marxista, sin embargo, al poner la lucha del bien y del mal no en las ideas o en el interior de las conciencias, sino en la praxis social, en la lucha de clases del proletariado, libera a la conciencia cristiana de este espiritualismo intimista, trascendente y de su neutralidad política. Le recuerda que negar o considerar como secundaria la lucha de clases, es reconocer que su religión cumple el papel de droga o distracción del compromiso en las luchas por la liberación humana y al no cuestionar la cultura dominante, ni descubrir su carácter opresor de clase está, en definitiva, apoyando a las clases opresoras. Comprender, pues, el cristianismo desde esta perspectiva marxista de lucha de clases, no es incluir en él algo extraño, sino ayudarle a volver a descubrir lo “original del mensaje cristiano”. es decir, que “la buena noticia” de Jesús es, ante todo, noticia de la liberación de los oprimidos, de los pobres, de los pecadores, enfermos y de las mujeres (Castillo, 81 ss).

Jesús, en efecto y los estudios bíblicos nos los ponen de manifiesto, no nos trajo una mejor interpretación de la tradición judía (justificación de un pueblo por la Ley), ni tampoco fue una sublimación del poder romano (superar la esclavitud). Fue un anuncio de salvación universal que ha de llevarse a cabo a través de los pobres (Fierro-Mate,181, 185). Jesús hizo causa con todos los empobrecidos, enfermos y marginados de su tiempo, también con la clase burguesa que se acercaba a El con sinceridad, como Nicodemo o Zaqueo. Ellos son los bienaventurados, el signo o sacramento del amor al Padre, de ser hijos suyos y por esa praxis nos juzgará a todos, creyentes o no creyentes en El (Mt 25, 35). También la praxis de las primitivas comunidades cristianas pusieron esto de manifiesto al practicar la fraternidad universal como hijos de un mismo Padre y practicar la comunidad de bienes (Hch. 2, 42) Si bien en nuestra niñez nos enseñaron y nos acostumbraron a pensar que Dios está sólo en la interioridad del ser humano o en la comunidad exclusiva de los creyentes, gracias a la conciencia marxista descubrimos que Dios está en la praxis liberadora del oprimido, como lo dijo y practicó Jesús y la comunidad cristiana primitiva. Se evidencia que la fe cristiana de la Iglesia sigue siendo praxis política, que el quehacer liberador o praxis revolucionaria es el lugar del encuentro con Dios.

Volver a considerar a la fe como praxis política, es volver a reconocer su dimensión pública, pero no ya en el sentido medieval en donde lo público equivalía a religioso-cristiano, ya que el mundo cristiano, en palabras del Gelasio, lo envolvía y abarcaba todo (Moreno, 514 ss). Lo público ahora tiene autonomía, es secular y mundano, pero puede ser tratado y juzgado desde la fe, ésta puede encarnase en él. Por lo tanto, el punto de partido de nuestra reflexión cristiana (hacer teología) no es ya algo “cristiano”, sino la praxis revolucionaria marxista, algo secular, histórico y autónomo. Así hademos teología sin partir de “lo cristiano” (Irarrazaval, 419-20). Y así se definió la Teología de la Liberación, según Gutiérrez: “La teología es reflexión crítica sobre la praxis liberadora” (67). Esto mismo lo expresó también claramente Comin al afirmar que “la opción política del cristiano pasa por su opción de clase, no se deduce de su fe”(75). Es decir, “independientemente de los motivos por los que cada cual opta por el socialismo, el compromiso político es autónomo y de carácter laico”…“el cristiano milita revolucionario, por su opción de clase, no en tanto que cristiano” (120).

El Movimiento de las/os CPS acepta la crítica de la religión del marxismo revolucionario y apoyado en ella redescubre aspectos originales del mensaje cristiano. No todo, por supuesto, pues el mensaje de Jesús supera toda concreción humana. Sin embargo, como hemos dicho, la asunción de la conciencia marxista en la conciencia cristiana de los CPS les capacita, hoy de nuevo como en los orígenes, para vivir unitariamente la relación dialéctica de la fe cristiana y la conciencia marxista.


3.2. La conciencia cristiana dentro de la conciencia marxista


¿Qué puede aportar la conciencia cristiana a la conciencia marxista? Ante todo, es necesario aclarar que las/os CPS no vamos a plantear cuestiones teológicas o apologéticas dentro de los partidos marxistas. Para ello tenemos nuestras propias instancias o comunidades de fe. Tampoco aportaremos un proyecto global, pues ello es tarea de los partidos. Creemos, sin embargo, que la conciencia cristiana de las/los CPS si puede plantear a la conciencia marxista diversas cuestiones. Ante todo, desde el exterior, se pueden plantear las relaciones o alianzas entre la conciencia cristiana y los Partidos marxistas. Posteriormente, la cuestión más debatida será, si cabe la posibilidad de una militancia de cristianos dentro de esos partidos, lo que, a su vez, implica responder a la cuestión del ateismo. ¿Es el marxismo intrínsecamente ateo? Y, por tanto ¿pueden los cristianos militar en partidos marxistas que profesen el ateismo?. Finalmente, dentro de otras cuestiones que la conciencia cristiana plantea en el interior de la praxis revolucionaria marxista, están las relaciones de masas y vanguardia; lucha política y cultural.


a) Relaciones de los CPS con los Partidos marxistas


Conocidas son, ante todo, las relaciones intelectuales o de dialogo que se dieron entre marxistas y cristianos en los años 60. La utilidad de este diálogo en sus diversas etapas ha sido innegable, dice Jesús Aguirre. Gracias a él “los marxistas y los cristianos han reconocido una parte de su pasado, han luchado contra su propio integrismo” (Aguirre 33), Sin embargo él mismo postula que ambos, cristianos y marxistas deben pasar a un diálogo en la acción, es decir, a compromisos mutuos en problemas concretos. Pero ¿qué compromisos y alianzas caben entre los partidos marxistas y el mundo cristiano? No basta, obviamente, un diálogo institucional ni menos una alianza oportunista de compañeros de viaje (Aguirre 34). Girardi (1976, 57 ss), desde su conocimiento de la realidad política italiana de los años 60-70, expone claramente que las/os CPS, por el hecho mismo de su existencia como grupo, que han hecho una opción de clase, tienen el papel de plantear a los partidos marxistas de que su relación con las masas católicas sea “una relación o alianza de tipo clasista”. Esto significa que, “en la medida en que el mundo católico es una realidad interclasista, es necesario que esta alianza se produzca rompiendo el mundo católico (el subrayado es mío), es decir, explicitando y radicalizando la contradicción de clase dentro del mundo católico” (Girardi 1976, 58).

Esta alianza de tipo clasista comprende, al menos, tres aspectos, según el mismo autor (Girardi 1976, 57-60): Primero, que los partidos marxistas en su alianza con el mundo católico, no se comporten como si la religión hubiera dejado de ser una alienación. Las/os CPS cumplen la tarea de reafirmar, dentro de la conciencia marxista, la necesidad de la lucha contra la alienación religiosa, en sentido anteriormente expuesta. En segundo lugar, que esa alianza con perspectiva de clase, no puede menos de implicar un reconocimiento y una radicalización de la lucha de clases dentro de la misma Iglesia y que estaría en contradicción con su conciencia marxista el considerar que la lucha que existe dentro de la Iglesia es un problema interno de la misma, en la que los partidos marxistas no tuvieran nada que ver. Finalmente, las/os CPS deben señalar que semejante alianza debe provocar una cierta rebelión de las masas católicas dentro de la Iglesia contra la orientación de sus autoridades. Si los partidos marxistas deben elegir la movilización de las masas hacia su conciencia proletaria, en su relación con el mundo católico no pueden olviden que esto implica una eventual rebeldía de estas masas católicas a las coacciones institucionales que son, con frecuencia, conservadoras y aliadas a la burguesía. Pero, para que tales tareas se hagan más explicitas, este planteamiento nos lleva a considerar la posibilidad de la militancia de los CPS en partidos marxistas.


b) ¿Pueden militar los cristianos en partidos marxistas ateos?


La admisión de cristianos en un partido socialista marxista y/o comunista era impensable si se postulaba que el marxismo era intrínsecamente ateo. Aún más, tal propuesta carecía de sentido si, como hemos reflejado anteriormente, la religión desaparecería en cuanto progresaran las ciencias y, sobre todo, cuando desaparecieran las condiciones de explotación económica y el ser humano gozara de mayor bienestar material y cultural. Lenin, sin embargo aceptó la posible militancia de cristianos e incluso de sacerdotes dentro del Partido comunista siempre que estuvieran de acuerdo con el programa y los objetivos del partido bolchevique y “dejaran la fe en el interior de las conciencias” o la redujeran a una cuestión privada. Lenin añadía que, al entrar los cristianos en un partido cuyo objetivo era, entre otros, la desaparición de toda superestructura ideológica alienante, sobre todo la religión, éstos vivirían una fuerte contradicción que les impulsaría o a abandonarla o vivir siempre en esa zozobra, pero que ello era asunto suyo (Comín 51 ss).

Pero ¿es el marxismo intrínsecamente ateo? Lo sería si se entiende el materialismo como lo entendió Feuerbach o Lenin, es decir, que la materia física o realidad objetiva es la única realidad y, por lo tanto, lo espiritual o trascendente es producto del desenvolvimiento de la materia física, ya que fuera de la materia física nada puede existir.

Sin embargo, el marxismo humanista, aunque sea crítico con la religión es también respetuoso con ella. Este marxismo es ateo del dios que destruye al ser humano, del dios que dispone a su arbitrio del destino de su criatura y la reduce a la condición de esclavo. No lo será si la relación que se establece es de amistad, como encuentro de dos libertades (Girardi 1977, 117). No se opone, por tanto, a la existencia de una religión que no sea alienante. Al contrario, la crítica a la religión “opio del pueblo”, justificadora de la miseria, de la injusticia y la explotación, de la ideología burguesa, en suma, es el mejor servicio que presta el marxismo al cristianismo y a las religiones en general. Este marxismo admite la autonomía relativa de las opciones ético-políticas del pueblo y de sus experiencias religiosas, al no ser éstas producto estricto de las relaciones económicas ni ser siempre alienantes o justificadoras de la ideología burguesa. Este marxismo admite incluso (en boca de Engels, Rosa Luxemburgo, Gramsci etc) que el cristianismo primitivo, con su utopía de igualdad, fraternidad y comunidad de bienes “representa una de las grandes reformas intelectuales y morales de la historia y de algún modo es como el origen de todas las demás” (Girardi 1998, 142). Así lo admitió el Partido Comunista Italiano en su X Congreso (1964). “La primera vez, en frase de Lombardo Radice, que un Partido comunista, con un grupo dirigente profundamente marxista, ha afirmado que en la religión puede haber una carga revolucionaria también en la época histórica presente” (Girardi 1977,83). Más tarde lo confirmó también el Partido Comunista Español en la Declaración de su Comité ejecutivo, en febrero de 1975, al admitir que “extensos sectores progresistas cristianos …expresan hoy posiciones que se orientan claramente hacia la construcción de una sociedad socialista, siguiendo las raíces evangélicas del cristianismo que, en sus orígenes históricos, se expresó en lucha por la justicia”…”En este contexto y ante la realidad histórica descrita, el Partido Comunista de España asumen la presencia de los comunistas cristianos y su promoción a los diversos órganos de dirección del Partido, sin ningún tipo de discriminación, con los mismos derechos y deberes que cualquier otro militante” (Comín 194-195). A esta declaración se sumaron inmediatamente los Comités Ejecutivos del Partido Comunista de Euskadi, en Enero del 1976 y del PSUC, en septiembre del 1976 (Comín, 196 y 201).

Todo esto nos lleva a concluir que, si el marxismo político-humanista no es intrínsecamente ateo, todo partido que se base en tal marxismo debe ser laico. Y esto es lo que claramente se afirma en los documentos anteriormente citados, del PCE y PSUC . En ellos se afirma “el laicismo del Partido Comunista, y su falta de dogmas filosóficos o religiosos”; ”laicidad vinculada a su naturaleza explícita de clase”. Esto significa que el compromiso político es autónomo y de carácter laico; es decir no es confesionalmente ateo ni creyente. El cristiano podrá entrar en el Partido comunista con su fe y no se le podrá obligar a “dejarla en la puerta” o abandonarla, a la espera de que un día desaparezca, porque el cristiano entra en el Partido por su opción de clase, por su carácter revolucionario, no deduce su militancia de su fe. Los partidos marxistas, socialistas y comunistas, deben permanecer abiertos, por tanto, a los nuevos fenómenos sociales que surjan en el proceso de la lucha de clases., como es el caso del movimiento de las/os CPS y otros. Hoy las masas cristianas (dejando aparte el “compromiso histórico” del PC italiano) no constituyen ya en todas partes y de igual manera el ejército de reserva de la reacción nacional-católica y fascista que supusieron en el pasado, sino que existen también cristianos con una fe liberadora que no opera ya como opio del pueblo, sino como estímulo revolucionario ( Comín 113 ss).


c) Relación entre masas y vanguardia, entre lucha política y cultural


La relación con las masas cristianas, a que aludíamos antes, nos da pie para tratar de la relación entre las masas, a nivel general, y la vanguardia. Los partidos marxistas/comunistas se preocupan lógicamente de relacionarse con las masas, estableciendo estrategias y tácticas que les permitan movilizar amplios sectores de las masas populares., es decir, hacerles despertar de su sueño consumista o infundirles la conciencia de clase. Esta función de la vanguardia, que Lenin concretizó, según dijimos anteriormente, en los dirigentes del partido, “en un grupo separado y distinto a la mayoría del proletariado” (Marcuse, 37). Pero esto lleva con mucha frecuencia, como lo ha demostrado la praxis, a un anquilosamiento y burocratización de la vanguardia. Que ante las dificultades del “despertar” de las masas y provocar su evolución, no las movilizan sino que simplemente las toman como están y las encuadran. Lo que es, en definitiva, una falta de confianza en la capacidad de avance de las masas, para proponerles metas y alternativas que reflejen sus exigencias mas profundas a veces escondidas (Girardi 1976,61). La conciencia revolucionaria de las/os CPS debe mostrar esta contradicción en referencia, sobre todo, a la religiosidad popular de las masas. Serán elementos provocadores de la vanguardia para que ésta, bajo el pretexto de no irritar a las masas católicas, posibles votantes, no acepte una religión hecha de superstición y alienación, como puede deducirse de su presencia y presidencia en procesiones y otros actos religiosos oficiales. Girardi señala que “la preocupación de las/os CPS va en la línea de una acentuación del papel fundamental las masas y de la necesidad de que las instituciones sean intérpretes de la creatividad de las masas y que, por lo tanto, cuando hay contradicción entre movimiento de masas y estructura institucional (o vanguardista), se escoja la relación directa con el movimiento de masas” (Girardi 1976, 62). Directrices que hoy hay que aplicar a la actuación de los movimientos sociales y las directrices opuestas, con frecuencia, de los dirigentes de los partidos de izquierdas.

Algo semejante ha de decirse de las relaciones entre lucha política y cultural. En la medida que las vanguardias de los partidos consideran a la cuestión religiosa, a la lucha cultural y política como elementos secundarios, es decir, que se solucionarán más o menos automáticamente con la transformación de las estructuras económicas, en esa medida están fomentando la pasividad de las masas, están siendo ideología alienante, pues irán posponiendo la transformación de la superestructura política, jurídica, religiosa, cultural etc., hasta que llegue la sociedad futura. En cambio, en la medida en que la conciencia de las/os CPS percibe la autonomía relativa de la religión, política, cultura, arte etc., de la infraestructura económica, mostrará la importancia que tiene la lucha ideológica para cambiar cualitativamente o de modo revolucionario el sentido de esas instancias.

En conclusión, tanto cuando la conciencia marxista entra dentro de la conciencia cristiana, como cuando ésta lo hace en la conciencia marxista, lo que sucede es que a ambas se le empuja a redescubrir su inspiración originaria, es decir, la perspectiva revolucionaria y el carácter clasista de ambas conciencias. Por ello, las/os CPS podrán hacer efectiva “la relación dialéctica de fe cristiana y marxismo que vivimos unitariamente” (Documento fundacional de CPS), lo mismo hoy que en el pasado.



Antonio Moreno de la Fuente
CPS. Sevilla, febrero 2008





















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