Antonio Moreno de la Fuente.-
CASASSAS, David. “La renta básica como proyecto político republicano”, en Sin permiso 16 noviembre 2005 , [En línea:
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=241 ] [consulta 04/05/2009).
Blog personal que pretende editar textos, comentarios y documentos sobre Marxismo y Cristianismo.
Ya hace un tiempo que a las damas y a los varones más conspicuos e influyentes de esta poliédrica Sevilla se les ocurrió levantar una estatua al Papa Wojtyla en plena avenida de la Constitución, en el centro del poder (Bancos, Ayuntamiento, carrera oficial de la Semana Santa...) de la ciudad, aprovechando que en el poder municipal está ahora el Partido Popular.
En la Sevilla oficial ha tenido siempre mucho arraigo la tradición que desde la Contrarreforma llega al nacional-catolicismo pasando por el agobiante y pesimista Barroco; pero no es suficiente para este influyente sector de la ciudad con el culto en la Catedral, las iglesias mayores y menores, las parroquias, las capillas, el recuerdo de los santos en los nombres de calles, panaderías o agencias de viajes, y hasta cuando se estornuda…
Necesitan más presencia de personas, aunque sea en estatua, que representan los valores llamados católicos. La fe es débil, como la carne, y hay que valerse continuamente de muletas. A todas las personas nos cuesta ser consecuentes con nuestras diferentes fidelidades, sea en los valores que sean, pero no a cualquiera este motivo le lleva a metérselo a las trágalas al resto de la ciudadanía.
Los grandes líderes espirituales aúnan la fe propia con el respeto a lo ajeno, el amor a lo sagrado se demuestra en el amor al género humano; pero cuando los intereses materiales y los de las castas que detentan el poder espiritual rompen el equilibrio entre estos dos polos, se convierten en fanatismos y se causan destrozos en nombre de uno u otro.
La utopía israelita de la “Tierra prometida”, necesaria para mantener a un pueblo que estuvo vagando por desiertos durante 40 años, se fue reciclando teóricamente hasta que se plasmó en “La ciudad de Dios”, de Agustín de Hipona en el siglo V; y que fueron practicando históricamente durante toda la Edad Media europea. Se trataba de organizar el mundo y la historia según los “mandatos de Dios”, que no era ni más ni menos que lo que fueron imaginando, reflexionando, teorizando y escribiendo en la Biblia, a la que le dieron valor de fundamento absoluto. Y el Estado, un instrumento para que las castas más letradas, los servidores de la religión, pongan esas ideas en práctica. Lo que siguen haciendo hoy los estados Israelita y Vaticano, caiga quien caiga.
Hemos tardado otros varios siglos para contrapesar toda esa teoría y práctica con renacimientos y revoluciones científicas, artísticas, sociales y políticas, declaraciones de derechos humanos y concienciación de la ciudadanía en este nuestro viejo continente -amén de no pocos excesos-.
Hoy no hay empacho en reconocer las deudas que Europa tiene con todo lo aportado, no sólo por las diferentes ramas de los seguidores de Jesús de Nazaret, sino también por las contribuciones de fieles del Islam, de los judíos, y, cómo no, de los ateos, los agnósticos o los indiferentes a los sentimientos religiosos.
Ya en el siglo XXI está claro que la búsqueda del bien común es la razón de ser del Estado, y que éste no debe estar a disposición y merced de unos u otros sentimientos y creencias religiosas.
Después de tantos siglos de luchas -justificadas no pocas veces por las cúpulas eclesiales-, ¿no sería ya hora de invertir en tolerancia más que en autoafirmaciones? Y tampoco es que se quiera sustituir la intolerancia religiosa por la “intolerancia laicista”: quienes defienden el Estado Laico lo que quieren es libertad de conciencia, que nadie se erija en árbitro de la ética y la moral en nombre de eternos y absolutos fundamentos.
No parece oportuno que se le dedique una estatua pública a quien no fue precisamente un ejemplo de tolerancia, no sólo en su Polonia natal, sino después durante su pontificado, interviniendo en las políticas de medio mundo, sobre todo en América Latina, a favor de las clases dirigentes y siempre en contra de los movimientos populares de liberación, no sólo dentro de la Iglesia, sino también con su “diplomacia de florín” en las cancillerías y en las sacristías.
También lideró un movimiento involucionista con respecto a la herencia recibida del concilio Vaticano II, que tantas expectativas llegó a generar en su día para movimientos de base cristianos, marxistas e incluso laicistas, -que veían se podría acabar la época del Concilio de Trento-, y que el pontificado de Juan Pablo II se encargó de que fueran naufragando sucesiva e implacablemente.
Manolo Bordallo
Sevilla, Nov. 2011
Comunidades Cristianas Populares
Así parece afirmarlo la Nota publicada por la Conferencia Episcopal Española (CEE), el 21 de octubre del 2011, ante las próximas elecciones generales del 20 de Noviembre. Mediante ella la CEE trata de orientar el voto de los católicos y “de cuantos deseen escucharles” en contra de los partidos que promueven opciones legislativas: “que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte”; “no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos” ; “lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos”; no favorecen “la presencia de la enseñanza de la religión y moral católica en la escuela estatal - como asignatura fundamental opcional” o “reconozca a una organización terrorista como representante político”.
Como es fácil apreciar, las opciones legislativas del aborto, el matrimonio homosexual y reconocer a una organización terrorista como representante político (¿Bildu, Amaiur?) las rechaza también el Partido Popular, quien promueve también el derecho de los padres a la elección del Centro que imparta una educación filosófica, moral y religiosa católica y a la enseñanza de la religión en la escuela estatal. Por lo que la CEE se identifica, en estos puntos, con el Programa del Partido Popular y orienta claramente el voto hacia el mismo, es decir, hacia la derecha.
¿Nos debe extrañar esto? No creo, porque lo hacen siempre que hay unas elecciones generales y, si repasamos nuestra historia, observaremos que los obispos vienen orientando el voto de los católicos españoles hacia los partidos de la derecha, al menos desde que, por la Ley del 26 de junio de 1890, se instaura el sufragio universal en España ( ).
Por esos años, los católicos españoles en su gran mayoría o no votaban en las elecciones, siguiendo la orientación de Pío IX en su decreto Non expedit (no conviene) ( ), del 10 de septiembre de 1874, por el que aconsejaba a los católicos italianos que no votasen en las elecciones convocadas por un gobierno italiano que había usurpado los Estados pontificios en 1870 o votaban a los partidos conservadoras existentes, que se encontraban divididos entre integristas, carlistas y alfonsinos. El carlismo comenzaba a rechazarse por utilizar la guerra civil como medio para resolver la cuestión dinástica. El integrismo era la postura más común entre los católicos, que seguían manteniendo en lo político las tesis tridentinas y del Vaticano I: Unidad de la nación católica española, imposición forzada de las costumbres y comportamientos católicos ortodoxos, estricta censura y vigilancia de cualquier actitud heterodoxa, confesionalidad explícita de las obras sociales y rigurosa obediencia a las directrices doctrinales papales y de los obispos.
Frente a este integrismo “cerrado y de sacristía”, que dice Machado, el arzobispo de Valencia y obispo de Madrid-Alcalá, Victoriano Guisasola y Menéndez ( ) recomienda a los católicos, en las elecciones que se celebraron en 1907, que voten siguiendo la teoría del “mal menor”, teoría conocida como posibilismo, propuesta por los jesuitas de Razón y Fe y ratificada por el Papa Pío X en su carta Inter catholicos hispaniae (Entre los católicos de España) del 1906, según la cual los católicos pueden votar e ir en candidaturas electorales del partido conservador, en “una unión accidental y transitoria de los católicos con los menos malos… para vencer en ellas a los peores” (es decir, a los liberales), según decía el P.Villada ( ). Y, efectivamente, con el apoyo de los católicos y espoleados por sus obispos, triunfó el partido conservador de Antonio Maura en las generales de 1907 y en las municipales de diciembre del 1909. Con razón dice Montero García que la acción de los católicos en política, en este tiempo, oscila entre el integrismo y el posibilismo ( ), pero siempre dentro de la opción de derechas, por la oposición rotunda que la Iglesia española tuvo hacia el liberalismo del siglo XIX, a excepción del tiempo de las Cortes de Cádiz.
La llegada al poder de los liberales, en enero del 1910, con José Canalejas, García Prieto y Romanones y su victoria en las elecciones generales del 15 de junio de ese año, desató una campaña de movilización católica sin precedentes, sobre todo, cuando el gobierno de Canalejas dio algunos pasos en la separación de la Iglesia y del Estado, al establecer la libertad de cultos, el matrimonio civil, las escuelas laicas y prohibir, por la ley de Asociaciones o del Candado (diciembre de 1910) la implantación de nuevas Órdenes religiosas en España ( ). Todo esto, mas el auge cada vez mayor de republicanos, socialistas y anarquistas, las continuas huelgas de la clase obrera y el malestar por la guerra del Rif, dio motivo a que se plantease por los obispos y la prensa católica la necesidad de una participación plena de los católicos en la vida política española, marcando distancias con los integristas y carlistas. Consecuencia de ello fue la publicación por el Cardenal primado Aguirre, el 8 de enero de 1910, de unas Normas de Acción Católica y Social en España ( ), que servirían de pauta para todo el movimiento católico posterior en su acción social y política.
El Cardenal primado anima a los católicos a que se presten a “ser elegidos concejales, diputados provinciales y representantes en Cortes, para procurar el bien del pueblo y reformar las leyes en sentido favorable a la Religión…o trabajar por infiltrar y difundir en la sociedad el espíritu cristiano” (la cursiva es mía) (n.1). Lo que ocurriría, entre otras mil circunstancias de aquel tiempo azaroso, con la entrada en el gobierno del conservador Eduardo Dato en octubre de 1913, en vísperas de la I Guerra mundial ( ).
Con Pío XI (1922-1939) se instala de nuevo la tendencia integrista en la Iglesia católica y en la española particularmente. Este papa preocupado por zanjar, a cualquier precio, la cuestión de la usurpación de los estados pontificios capitula ante las exigencias fascistas de Mussolini. Acepta el Tratado de Letrán (11 de febrero de 1929), por el que el estado italiano reconoce al Estado Vaticano y firma un Concordato con el estado fascista de Mussolini. En su virtud, Pío IX imprime un cambio de rumbo en la Acción católica, recluyéndola al interior de la sacristía, al limitar su acción al estudio y propaganda de la fe católica y apartarla de su acción social y política, de formar sindicatos y partidos políticos, porque el fascismo no admitía ningún sindicato ni partido político fuera del gubernamental. Y así prohíbe en 1923, al Partito Popolare italiano, fundado por el sacerdote Luigi Sturzo en enero del 1919 y aprobado por Benedicto XV ( ) y en Francia, el 29 de diciembre de 1926, condena también al partido católico de tendencia monárquica l’Action Française de Charles Maurras ( ).
Y sin pluralidad de partidos no hay votaciones, con lo que el Papa no sólo aparta a la Acción católica de la vida social y política autónoma, sino que bendice también la pérdida del derecho al voto de los católicos. En España, durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la tendencia dominante en el movimiento católico, dirigido por los obispos, es igualmente el integrismo: estricta confesionalidad de todas las obras sociales y pastoral de plena e íntegra recristianización de la nación, como lo planteaba el nuevo cardenal primado Pedro Segura y se plasma en las Bases de la Acción Católica de 1926, según la nueva concepción de Pío XI ( ).
Durante la II República, “que la primavera nos trajo de la mano” según decía Antonio Machado, las orientaciones de los obispos para que los católicos participen en la política se hacen más apremiantes, sobre todo porque han de confrontarse con fuerzas hostiles y en un ámbito desfavorable, tras el triunfo republicano-socialista el 14 de abril de 1931. Así lo decía el Cardenal primado Segura, en una carta pastoral publicada el 1º de mayo de ese mismo año: “los católicos no debían permanecer quietos y ociosos en el momento de elegirse Cortes constituyentes, sino que debían unirse para defenderse y lograr que fuesen elegidos candidatos con suficientes garantías de defender los derechos de la Iglesia y el orden social” ( ). Y más que apremio suscitan oposición, cuando se discutía en el Parlamento los arts. 26 y 27 de la nueva Constitución, en donde se plasmarían las nuevas relaciones del Estado con la Iglesia. Todo ello, sumado a la ley de Congregaciones y las circunstancias ocurridas durante el bienio republicano, dio ocasión a que los obispos urgieran de nuevo a que los católicos se organizasen.
Así ocurrió y “es en este tiempo, nos dice Montero García, cuando los sectores más posibilistas hegemonizan el movimiento católico, tanto en el terreno político como en el social y cultural” ( ), a través de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fundada por el jesuita Ángel Ayala en 1909 ( ) y dirigida ahora por el abogado y posteriormente obispo Ángel Herrera Oria, apoyado en su periódico El Debate y en el partido católico Acción popular, que había fundado, núcleo principal de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) ( ). Estos instrumentos y, sobre todo, la creación de la CEDA, hicieron posible el triunfo de la derecha en las elecciones generales del 19 de noviembre del 1933, alcanzando la mayoría parlamentaria. “Las elecciones hacían de la CEDA el primer grupo parlamentario y de los radicales y grupos de centros, el eje de la situación política” ( ). En los años posteriores a la segunda Guerra mundial, los partidos demócratas cristianos llegarán al poder, con el aplauso de Roma, en casi todos los estados europeos. Sólo en España y Portugal será distinto.
Tras el golpe militar que el general Franco dio contra la República legítimamente constituida y durante el largo período de la Dictadura, la jerarquía eclesiástica menospreció la acción política posibilista de la CEDA y a sus personalidades más destacadas, Gil Robles, Herrera Oria, Manuel Jiménez Fernández ( ), prefiriendo el integrismo de Cristiandad que el régimen franquista le ofrecía. Se produce entonces “una interpenetración o simbiosis entre el factor religioso católico y el factor nacional español, que es lo que constituye el nacionalcatolicismo hispano”, plasmado en el Concordato de 1953 ( ). La actividad de los católicos queda reducida a manifestaciones de piedad, culto, formación, obras de caridad etc., sin actividad sindical y política autónoma, como en la República, ya que el régimen franquista no permitía actividad sindical y política que no fuera la gubernamental, como el fascismo de Mussolini. La jerarquía eclesiástica prefirió la absoluta tranquilidad y soledad que suponía ser la religión católica la religión del estado franquista, a la insegura actividad autónoma del movimiento católico posibilista de la CEDA, en el régimen democrático parlamentario de la República.
En la segunda mitad de los años cincuenta, la Acción católica obrera (JOC y HOAC) comienza a alejarse tanto del sindicato gubernamental como del confesional, lo que suponía una crítica de las relaciones de cristiandad entre Estado e Iglesia, plasmadas en el Concordato y de la relación natural entre la Iglesia y la derecha, que defendían los obispos. Estas posturas se basaban en las nuevas doctrinas sobre la “autonomía de lo temporal”, sostenidas por los franceses Maritain, Mounier y la teología del laicado de Yves Congar ( ). La autonomía de lo temporal se afirmaba frente a la Iglesia, tanto frente a su jerarquía, que tanto había intervenido en lo temporal a través de la historia, como de su propia misión. “La Iglesia –se dirá- tiene dos misiones: evangelización y animación de lo temporal…La tarea de construcción del mundo no le incumbe” ( ).
Al seglar católico que está inmerso en el mundo y en lo temporal sí le incumbe esta tarea de construir el mundo, junto con otros seres humanos, pero al mismo tiempo, en cuanto cristiano, tiene también la misión de animarlo de espiritualidad cristiana. Diversos miembros de la Acción Católica (JOC y la HOAC) son los primeros seglares católicos que interpretan esta tarea de inserción en lo temporal de forma autónoma, independientemente de las orientaciones doctrinales de los obispos, cuya autoridad monopolística, una y otra vez, se cuidaban de recordar en sus pastorales. Y lo hacen, luchando por las libertades democráticas, codo con codo con militantes de sindicatos de clase y de los partidos socialistas y comunistas, aún en la clandestinidad, totalmente tabú en este tiempo ( ). La experiencia también de los “Curas obreros” (Francia 1944) que rompe, al integrarse en el mundo del trabajo manual, la segregación de su estado clerical, es un gesto de alejamiento del monopolio doctrinal jerárquico ( ). Estas nuevas experiencias autónomas frente a la jerarquía las consolidará el Concilio Vaticano II.
El Concilio Vaticano II (1962-1965), que coincide con la época del distensión entre los Unión Soviética de Krutschev y los EEUU de Kennedy, supuso para la Iglesia católica el principio de un cambio de mentalidad, tanto en sí misma como en su relación al mundo ( ). En nuestra patria, la dictadura y los obispos con ella, ofrecieron serias resistencias al Concilio. Sólo se llevó a cabo una mínima apertura en materia de libertad religiosa a través de la Ley de junio de 1967, pero el poder político, con anuencia de la jerarquía, agudizó su represión contra los grupos cristianos críticos a la unión de la Iglesia y el Estado del régimen de Cristiandad, que aún se mantenía. Estos hechos forzaron el alejamiento de los movimientos de Acción Católica de la jerarquía en 1966 y la ruptura con la concepción del nacionalcatolicismo en la Asamblea conjunta de obispos y sacerdotes celebrada en septiembre de 1971 y el nacimiento de otros movimientos católicos de izquierda, que colaboraron con las organizaciones de masas, sindicatos y partidos políticos de izquierda en el período de la transición española y los primeros años de la democracia: los Curas obreros, Cristianos por el Socialismo (CPS), Comunidades Cristianas Populares (CCP), Somos Iglesia etc. ( ).
Todo esto nos lleva a concluir, que en la Iglesia que somos todos, hay libertad de opinión en cuestiones morales, sociales y políticas e incluso en la interpretación de nuestra fe. Que los seglares católicos somos autónomos en tomar nuestras propias decisiones y, en ellas, nos podemos dejar guiar por muchas orientaciones, entre ellas las de nuestros obispos, pero también podemos rechazarla, porque ellos no tienen el monopolio de la verdad y, por tanto, podemos no seguir sus orientaciones, como es el caso presente.
¿Deberemos votar siempre los católicos a la derecha? Rotundamente No, aunque nos lo digan los obispos. Las opciones de derecha que históricamente siempre defendieron, hoy el PP como en la República la CEDA, no son las únicas que podemos practicar hoy los católicos españoles. No se puede identificar la opinión de toda la Iglesia con sola una opción política, como siempre hacen ellos. Nosotros, como personas y como cristianos, somos adultos y podemos formarnos nuestra propia opinión en cuestiones morales, sociales, políticas, distinta de las que ellos tienen. Del mismo modo que podemos estar de acuerdo con las opciones legales que defienden el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, el excluir la asignatura de Religión de las escuelas públicas etc., también podemos votar a los partidos de izquierda, incluso a los que están situados a la izquierda del PSOE, que hoy no se parece en nada al de la República.
El próximo 6 de noviembre del 2010 realizará el Papa Benedicto XVI otro viaje a España, visitando Santiago y Barcelona. Será recibido por los Reyes y el Presidente Rodríguez Zapatero, quien, según la prensa (1 ), hablará con el Papa sobre la próxima ley de Libertad religiosa. El carácter de esta visita, los gastos que supone y el objeto de la entrevista de nuestro Presidente con el Papa, ha suscitado numerosas campañas de rechazo a dicha visita, como la que se celebrará en Madrid, el 23 de octubre, promovida por Europa laica (2 ), con el lema ¡Por un estado laico!
Y, como es natural, ante esta clase de convocatorias se dan diversidad de opiniones de si apoyarlas o rechazarlas, diversidad que proceden, a mi entender, de cierta confusión terminológica entre estado laico, laicidad y laicismo. ¿Es el estado laico sólo aconfesional o también laicista? ¿Qué diferencia existe entre laicidad y laicismo? Intentar aclarar el contenido de estos términos es el propósito de este artículo.
1.- Estado laico. Desde Hegel y Marx se admite que la función del Estado moderno y democrático consiste, ante todo, en ordenar la vida del pueblo frente a sus necesidades y dificultades materiales. El Estado es un “estado de necesidades” y procurar satisfacerlas será su función primaria, es decir, que todos los ciudadanos tengan acceso a unas mínimas condiciones básicas de subsistencia, expresadas posteriormente por la ONU en su Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948.
No entra, pues, dentro de la función del Estado el determinar el sentido último o absoluto de la realidad y de la vida, lo que reconocemos como “sagrado o transcendente” y que está vinculado a una determinada religión o cosmovisión. Frente a este sentido último de la realidad, frente al punto de vista de las cosmovisiones o religiones de sus ciudadanos, el Estado moderno-democrático es pluralista y neutral.
El primer sentido, por tanto, de un Estado laico es ser neutral frente a las cosmovisiones y religiones de sus ciudadanos, respetarlas a todas, ser profano, diferente y distante de lo “sagrado”(3). “En una sociedad democrática ninguna persona es más sagrada que otra. No hay personas sagradas ni consagradas… Lo laico es lo común, lo que iguala a todos y a todas por nuestros orígenes más radicales, no por lo sagrado de la religión” (4 ).
Esta neutralidad del Estado frente a las religiones incluye, por tanto, su aconfesionalidad, es decir, el que haya una separación real entre Estado y confesiones religiosas, de modo que ninguna religión sea declarada religión de estado, ni religión declarada de la mayoría. Y del principio de neutralidad y aconfesionalidad se deriva el que las leyes de la sociedad laica “marcan los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o nuestras incredulidades. Son las religiones quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés” (5 ).
En este sentido, los EEUU fueron siempre reconocidos como el estado laico por antonomasia al establecer en la Primera Enmienda de la Carta de Derechos de los ciudadanos, de 1791, la prohibición de adoptar una religión como “religión oficial del estado (6 ). Y así lo reconocieron también los observadores franceses Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont enviados, en el s.XIX, por el gobierno francés, para estudiar la situación penitenciaria de los EEUU (7 ).
Este último reconocía que: “En ninguna parte es más estable la separación de la Iglesia y el Estado que en América del Norte…En los EEUU no existe religión del estado, ni religión declarada como la de la mayoría, ni preeminencia de un culto sobre otro” (8 ).
Ahora bien, hablamos de neutralidad no sólo frente a las Religiones, sino también frente a las cosmovisiones, sean religiosas o no. Esto significa que el Estado laico debe ser neutral y respetar no sólo a los creyentes de una religión, sino también a los increyentes, agnósticos y ateos que poseen cosmovisiones diferentes de las religiosas. Y aquí entra la laicidad o el laicismo del Estado laico.
2.- Laicidad del Estado. Laicidad es un término que se utiliza frecuentemente, pero no está aún admitido por la Real Academia española. ¿Qué se entiende por laicidad? Según el Prof. Dionisio Llamazares (9 ) son tres las características que comprende este término, deducidas de una sentencia del Tribunal Constitucional español: Neutralidad religiosa, Separación entre Estado e Iglesias o confesiones religiosas y Cooperación estatal con las confesiones.
Las dos características primeras no necesitan aclaración alguna, según lo dicho arriba. Sí la necesita la tercera característica, la cooperación. ¿Debe el Estado cooperar con la Religión? ¿Qué clase de cooperación podrá establecerse entre estas instituciones? A mi entender, esta propuesta de cooperación procede de las relaciones del Estado con la Religión que estableció la Primera Enmienda a la Constitución de los EEUU.
Según hemos visto, en ella se prohíbe la adopción de una religión como religión de estado, pero también se autoriza y se fomenta el libre ejercicio de la misma, prohibiéndose que se establezcan leyes que lo impidan. Esto supone, como decíamos en nuestro artículo anteriormente citado (10), una clara separación del Estado y las confesiones religiosas en EEUU, pero es una separación relativa no absoluta, pues existe un reconocimiento de la Religión en general.
Tanto Alexis de Tocqueville como Gustave de Beaumont señalan que la religiosidad de los ciudadanos norteamericanos ejerce una influencia poderosa en la vida pública norteamericana, pues “un principio establecido por el legislador de EEUU es que, para ser buen ciudadano es necesario ser religioso”(11). Este reconocimiento de la necesidad de la Religión se amplió en algunos estados a cooperar y sostener con fondos públicos a algunas confesiones protestantes (12), práctica que observamos también en muchos Estados europeos, en virtud de los Concordatos y Acuerdos del Vaticano con los mismos.
Esta neutralidad del Estado frente a las confesiones religiosas en particular pero, al mismo tiempo, de cooperación y ayuda a la Religión en general y con algunas confesiones religiosas en particular, es lo que Llamazares denomina laicidad y el Prof. Luca Diotallevi denomina “religious freedom”(13). El Estado laico practica una laicidad, cuando, pese a ser neutral frente a las confesiones religiosas, fomenta públicamente la Religión en general y coopera con las confesiones religiosas en particular.
Ahora bien, esta laicidad de estado adolece de dos carencias fundamentales. Ante todo, tal laicidad supone una discriminación de los agnósticos y ateos que no profesan religión alguna. Este estado laico admitirá la libertad religiosa, pero no reconocerá la libertad de conciencia de los que no practican una religión. Por otra parte, habrá que determinar qué clase de cooperación existe entre el Estado y las confesiones religiosas.
Esta cooperación en muchos Estados puede reducirse al mínimo, en otros, en cambio, llevarse a extremos difícilmente aceptables. En España, por ejemplo, esta cooperación está fijada en los Acuerdos firmados entre el Estado español y la Sta. Sede de 1976 y 1979. En ellos se establecen numerosos privilegios para la Iglesia católica, difícilmente admisibles: en educación y asuntos culturales, como la enseñanza religiosa en todos los centros de educación y el estatuto laboral de los profesores de religión; económicos, como la asignación tributaria del IRPF y exenciones fiscales como el Impuesto de construcciones y el IBI; legales, como el reconocimiento de personalidad jurídica civil de las entidades eclesiásticas y el reconocimiento de efectos civiles del matrimonio canónico; y, finalmente, otros como el nombramiento del Vicario general castrense y la asistencia religiosa a las fuerzas armadas (14).
Tales privilegios, a nuestro parecer, sobrepasan la cooperación del Estado con las confesiones religiosas, que requiere la laicidad, pues suponen una verdadera subordinación de éste a la Iglesia católica. Subordinación que nos recuerda doctrinas eclesiásticas medievales, difícilmente admisibles. Además son hoy motivo de constantes problemas y conflictos, que dificultan la convivencia ciudadana y enfrentan a los españoles, como ponen de manifiesto las campañas convocadas contra la venida del Papa, a las que aludíamos al principio. Por ello, abogamos por la derogación total de estos Acuerdos y establecer otros principios de cooperación o profesar el laicismo.
El paso de una separación relativa a una absoluta entre el Estado y las confesiones religiosas, es decir, de la laicidad del Estado practicada en los EEUU a un laicismo de Estado, cambió en 1947 en virtud de la famosa sentencia del juez Hugo Black: Everson vs. Board of Education (15).
3. Laicismo del Estado. Reconocemos que el significado del término “laicismo” está muy contaminado por su carga peyorativa, procedente de la Revolución francesa y comunista. En sentido genérico, entendemos el laicismo como lo define el Diccionario de la Real Academia: “Laicismo (de laico).
Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”. En este sentido genérico lo entienden también diversas organizaciones que se declaran laicistas, como la Asociación Europa laica la que, en su carta programática, dice: “entendemos por laicismo el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos… marco jurídico adecuado y efectivo que lo garantice y lo proteja frente a toda interferencia de instituciones religiosas que implique ventajas o privilegios” (16).
Sin embargo, en ámbitos religiosos se entiende por Laicismo la exclusión de la religión del espacio público y su circunscripción al ámbito privado o personal. Así lo expresa un conocido teólogo: “Laicismo es la tolerancia de la religión por el Estado pero sólo en el ámbito privado y personal, no reconociéndolas como entidades cívicas o como instituciones de derecho público” (17). Este sentido negativo es el que adoptaron los revolucionarios franceses y, posteriormente, el marxismo-comunismo (18).
A pesar de esa carga peyorativa creemos, no obstante, que puede darse un sentido positivo al término laicismo, sentido que fue introducido por el juez Hugo Black, en EEUU en 1947, en su famosa sentencia Everson versus Board of Education, citada anteriormente. En ella el juez Black interpreta la separación o neutralidad del Estado y las confesiones religiosas, establecida en la Primera Enmienda a la Constitución de EEUU (19), en un sentido estricto o absoluto, en clave de total neutralidad del Gobierno con todo lo que se relacionase con la religión.
Esta separación absoluta elimina, ante todo, la cooperación con las confesiones religiosas, como pudiera ser “el destinar –dice la sentencia- dinero del erario público, grande o pequeño, a apoyar actividades o instituciones religiosas, cualesquiera que ellas sean o cualquiera que sea la forma que adopten para enseñar o practicar”(20), que era lo que el ciudadano Everson había impugnado en el Estado de New Jersey, porque este Estado pagaba con fondos públicos el transporte escolar a colegios confesionales (21). Posteriormente John F. Kennedy admitiría también esta tesis del juez Black, en su famoso discurso de Houston, en 1960, antes de ser elegido Presidente (22). Esta doctrina sienta las bases de un laicismo de Estado, diferente de su laicidad, en el sentido de que el Estado es neutral frente a las confesiones religiones y frente a la Religión en general, excluyendo “cualquier cooperación” con ellas, que era la tercera característica de la laicidad, requerida por el Prof. Llamazares.
Esto suponía secularizar el espacio público norteamericano, en el sentido de que el Estado excluye toda relación o cooperación con las confesiones religiosas. No discriminaría a ningún ciudadano por su religión, pero tampoco a ningún agnóstico o ateo, por lo que se reconocería tanto la libertad religiosa como la libertad de conciencia de todo ciudadano.
Podríamos denominar a esta tesis como laicismo positivo del Estado. Laicismo porque privatiza la manifestación religiosa del gobernante y excluye toda cooperación estatal con la religión en general, pero positivo, porque admite a las confesiones religiosas como entidades de derecho público y, por tanto, la práctica pública y social de la religión por estas instituciones y por los ciudadanos particulares, del mismo modo que admite la cooperación con todas las Asociaciones civiles, legalmente reconocidas, sean religiosas o no.
Laicismo, por tanto, distinto y diferente del “laicismo negativo” de los revolucionarios europeos, tanto franceses como marxistas, para quienes la religión, aunque respetada, pertenece al ámbito privado o particular y se prohíbe su manifestación pública, porque no tiene carta de derecho público. Para nosotros también, este laicismo positivo es el que debe regular las relaciones entre el Estado laico y las confesiones religiosas. A mi entender, se debe abandonar la laicidad de Estado y pasar al laicismo positivo del Estado, en el sentido expuesto.
Como conclusión podríamos establecer estos puntos:
1.- El Estado moderno-democrático es un Estado laico, es decir, profano, aconfesional y neutral, no sólo frente a las religiones sino también frente a las cosmovisiones no religiosas, agnósticas y ateas. Neutralidad que el estado laico podrá expresar en practicar una laicidad o ser laicista.
2.- El Estado laico practicará una laicidad cuando, aún siendo neutral frente a las confesiones religiosas en particular, fomenta la Religión en general y coopera con las confesiones religiosas en particular. Esta separación relativa entre el Estado y las confesiones religiosas es la admitida en diversos Estados europeos y en los EEUU, basada en la interpretación dada a la Primera Enmienda de la Carta de Derechos. El Estado admite una libertad de religión, pero no una libertad de conciencia. En España, sin embargo, esta cooperación se transforma en subordinación del Estado a la Iglesia católica, según los Acuerdos de 1976 y 1979, firmados por el Estado español y la Sta. Sede y es fuente de conflictos entre los ciudadanos, por lo que abogamos por su derogación.
3.- A partir de la sentencia del juez Black: Everson versus Board of Education, en 1947, se propone un laicismo positivo del Estado, en clave de total neutralidad del Estado con todo lo que se relacione con la religión. Este laicismo positivo establece una separación absoluta y estricta entre el Estado y las confesiones religiosas, excluyéndose toda cooperación pública con la Religión y las confesiones religiosas en particular. Sin embargo, esto no implica la prohibición de la práctica pública de la religión por parte de los ciudadanos, ni tampoco de prácticas agnósticas y ateas. Este laicismo positivo del Estado admite tanto una libertad de religión como una libertad de conciencia. Laicismo positivo de Estado que admitimos y proponemos como sustituto de la laicidad de estado, por ser distinto del laicismo negativo que propugnaban los revolucionarios franceses y comunistas.
NOTAS
1) JULIANA, Enric. “Zapatero quiere ser recibido por el Papa durante su visita”. La Vanguardia, 27/09/2010: [En línea: http://www.lavanguardia.es/politica/noticias/20100927/54012367689/zapatero-quiere-ser-recibido-por-el-papa-durante-su-visita-iglesia-roma-vega-benedicto-xvi-vaticano-.html]
2) En línea:
http://www.laicismo.org/europa_laica/destacados/por_un_estado_laico_ya_convocatoria_civica_de_un_acto_laicista_en_madrid.html . Consulta 23/09/2020.
3) MARDONES, José Mª. “La laicidad compartida: Religión y Democracia”, en Éxodo, nº 80: Laicidad y religión, sept.-octubre 2005, pp. 35-40. José Mª CASTILLO. Ser cristiano en nuestra sociedad plural y laica. Valencia: Pro manuscripto, 2009, en p.10 dice que “fanum, en la religión romana antigua, era el “lugar sagrado”. Por eso se comprende que “pro-fano” es lo que está fuera del fanum, es decir, al margen de “lo sagrado”.
4)GACIA MAURIÑO, José Mª. “la Larga marcha: desde una laicidad proclamada a una laicidad realizada”. [En línea: http://www.ccp.org.es/node/372. Consulta 13/08/2010].
5)SABATER, Fernando. Laicismo: cinco tesis. [En línea: http://biblioweb.sindominio.net/pensamiento/laicismo.html. Consulta 13/09/2010]
6) La Carta de Derechos (en inglés, Bill of Rights) es el término por el que se conocen las diez primeras enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos de América. Estas enmiendas limitan el poder del gobierno federal y garantizan los derechos y libertades de las personas. El texto de la 1ª dice así: “ El Congreso no aprobará ley alguna por la que adopte una religión oficial del estado o prohíba el libre ejercicio de la misma, o que restrinja la libertad de expresión o de prensa, o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a pedir al gobierno la reparación de agravios”. “Carta de Derechos de los Estados Unidos”. Wikipedia. [En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_de_Derechos_de_los_Estados_Unidos . Consulta 02/07/2010]
7)MORENO DE LA FUENTE, Antonio. “Laicidad o laicismo en EEUU y España”. [En línea:
8)Ibid., pp.5-6.
9)LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Dionisio. “Los acuerdos del Estado español con la Santa Sede”. Osservatorio delle libertà ed istituzioni religiose, Novembre 2005, p.5. [En línea http://www.olir.it/areetematiche/103/documents/Llamazares_Fernandez_Acuerdos.pdf . Consulta 18/06/2010].
10)En nota 7.
11)BEAUMONT, Gustave: “C’est un principie du legislateur des Etats-Unis que, pour être bon citoyen, il faut être religieux”. Vid. MORENO DE LA FUENTE, Antonio. Laicidad y la laicismo…, pag. 5.
12)MAGISTER, Sandro. La dottrina del cattolico Kennedy? Da dimenticare. [en línea: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342344. [Consulta 01/07/2010]. En los siguientes artículos se continúa el debate: [En línea:
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342853
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342971. [Consulta 01/07/2010]. Sobre la interpretación del discurso del obispo católico de Denver, Charles J. Chaput, véase nuestro art. Laicidad o laicismo en EEUU…, citado en nota 6.
13)LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Dionisio. “Los acuerdos”…, p.5. DIOTALLEVI, Luca. Una alternativa alla laicità. Rubbettino, Soveria Mannelli, 2010, reseñado por Sandro MAGISTER: Se possiamo non dirci laici. [En línea: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342306. Consulta: 05/07/2010].
14) Véase LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Dionisio. Los acuerdos…, citado en nota 9.
15) MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Julio Luis. Consenso público y moral social. Madrid: Pontificia Universidad de Comilla, 2002. Este autor analiza en la pp. 376 y ss. dicha sentencia y sus antecedentes. [En línea: http://books.google.es/books?id=mxD8Nd3yk6wC&pg=PA376&lpg=PA376&dq=Everson+vs.+Board+of+Education+Juez+Hugo+Black&source=bl&ots=XW4r0lG5zK&sig=1AwSm4h1DU-syE7WxC16sGtLDMA&hl=es&ei=7ZGcTK2jN9vNjAf2yaWODQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=9&ved=0CEEQ6AEwCA#v=onepage&q&f=false . Consulta 23/09/2010].
16) Europa laica: quienes somos. [En línea http://www.laicismo.org/europa_laica/europa_laica/quienes_somos/europa_laica.html#ppal . Consulta 21/09/2010]
17) ESTRADA, Juan A. “Laicidad y religión en la sociedad española”. Éxodo. Laicidad y Religión. Del conflicto a la convergencia, nº 80, (septiembre-octubre) 2005,p.12.
18) Véase MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Julio Luis. Consenso público y moral social…, pp.372-373. Para este autor (en p. 373) Marx es el primer hombre postmoderno, para quien el hombre razonable es el ateo. De hecho Marx en “La cuestión judía” se expresaría así: “El hombre se emancipa políticamente de la religión al desterrarla del derecho público al derecho privado”. Karl MARX- Friedrich ENGELS. Sobre la religión. Vol. I. Edición preparada por Hugo Assmann y Reyes Mate. Salamanca: Sígueme, 1979, p.117. Por otra parte, es conocido el ateísmo militante de la desaparecida URSS y de otros estados comunistas.
19) Véase nota 6.
20) MARTINEZ MARTINEZ, Julio Luis. Consenso público…, p. 377.
21) Ibid.
22) MAGISTER, Sandro. La dottrina del cattolico Kennedy? Da dimenticare. [en línea: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342344 y siguientes artículos:
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342853
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1342971 [consulta 01/07/2010]. Sobre la interpretación de este discurso del obispo católico de Denver, Charles J. Chaput, véase nuestro art. Laicidad o laicismo en EEUU…, citado en nota 7.
Antonio Moreno de la Fuente.
Sevilla 30 de septiembre del 2010
El cambio climático amenaza a la humanidad: deshielo del polo norte, aumento del nivel del mar, desaparición de especies, desertización y lluvia ácida, escasez de agua potable, catástrofes naturales mas frecuentes, etc. Según la revista francesa Alternatives Economiques [en línea: http://www.alternatives-economiques.fr/changement-climatique---peut-on-eviter-le-pire-_fr_pub_875.html#45335] [consulta 03-11-09] el nº de catástrofes naturales mayores, aquellas que han causado más de 500 muertos, como los tifones, tsunamis y terremotos de este año en Filipinas, Samoa, Indonesia, El Salvador etc., han crecido más del doble desde el año 1980. De 10 por año han pasado a más de 20 después del año 2000.
A la crisis financiera-económica mundial, que estalla en EEUU en el 2007, hay que añadir esta crisis medioambiental, que si en diciembre de este año, en Copenhague, no se llega a acuerdos concretos, la humanidad estará en verdadero peligro de desaparecer. Y es que estamos ante una verdadera crisis sistémica y apocalíptica. No es extraño que en Internet existan numerosas pags webs y vídeos en YouToube que nos hablan del fin del mundo. E incluso, basándose en las profecías del Calendario Maya, fijan su fecha para el año 2012, tema de la película que, con el mismo título, se está proyectando actualmente en nuestras pantallas.
Pero, aunque ningún choque de asteroides contra la Tierra amenace hoy con provocar el fin de nuestro mundo, la humanidad sí puede desaparecer por el cambio climático, causado por el desarrollo de los países capitalistas. ¿Seremos capaces de superar esta crisis apocalíptica o de detener, al menos, los efectos nocivos del cambio climático? La tesis sostenida por el Decrecimiento lo afirma, aunque nos queda poco tiempo.
Por diversas etapas se ha pasado hasta llegar a este concepto de Decrecimiento. En síntesis serían:
1. Crecimiento cero.
En los años 60 se toma conciencia, como en otros muchos asuntos, de las consecuencias catastróficas que estaba originando la máquina productivista de la economía, tanto capitalista como soviética. Entre ellas, la desertización que, en 1950 ya se había perdido la quinta parte de la superficie cultivable y la deforestación, con la desaparición del 42% de las selvas tropicales (L.Boff. La dignidad de la tierra. Madrid: Trotta, 2000, p. 27). Había, por tanto, que parar esta máquina que agotaba los recursos. Kenneth E. Boulding utilizó en 1966 la gráfica expresión de que la Tierra es como una “nave espacial”, con unos recursos limitados que deben ser utilizados de modo racional y moderado para asegurar la supervivencia de la humanidad (En Historia de la Ecologia. [en línea]:http://www.natureduca.com/cienc_hist_debatecrecim.php [consulta el 01-11-08].
Esta constatación la asume el Club de Roma en 1972 en su famoso informe sobre Los límites del crecimiento. Los recursos naturales son limitados y por tanto no puede existir un crecimiento o progreso ilimitado. Había, por tanto, que frenar o parar este tipo de crecimiento económico, de la misma manera que habría que detener el crecimiento urbanístico desordenado que hace inhabitables nuestras ciudades y contribuye a destruir su medio ambiente natural (Francisco Fernández Buey ¿Es el decrecimiento una utopía realizable? [en línea: http://www.kaosenlared.info/noticia/decrecimiento-utopia-realizable ] [consulta 02-11-09]. De aquí nace la teoría del crecimiento cero, sobre todo, cuando en 1973, las grandes economías comienzan a decrecer por la crisis del petróleo.
2. Desarrollo sostenible.
A pesar de este toque de atención, las economías occidentales no hicieron caso y considerando que detener el crecimiento económico era una utopía absurda, se lanzaron de nuevo a un crecimiento desaforado, inspirados por el capitalismo neoliberal que triunfa en los años 1980 con M. Tatcher y R. Reagan en Occidente y Brezhnev en la URSS. Se agilizan todas las fuerzas productivas para extraer de la Tierra todo cuanto ella puede suministrar. El capitalismo y el comunismo soviético organizaron un asalto sistemático a sus riquezas en el suelo, en el subsuelo, en los mares, en el aire y en la atmósfera exterior. “El hombre blanco –decía el Gran Jefe Seattle- es un forastero que llega en el silencio de la noche y arrebata de la tierra todo lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga. Y después de conquistarla se marcha” (L.Boff. Ecología: Grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 1996, p. 275).
Fue la ONU, en 1987 con el Informe Brundtland, quien alertó de que este desarrollo ponía en peligro los recursos naturales para las generaciones futuras. Propone por ello un modelo de “desarrollo sostenible”, es decir, “un modelo de desarrollo en que la explotación de los recursos, la orientación de las inversiones, los rumbos del desarrollo económico estén de acuerdo con las necesidades actuales y futuras” (Boff, ibidem. 88). Este informe sirvió de base para la Conferencia de Naciones Unidas, conocida como Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. En ella se impulsó el uso de fuentes alternativas de energía a los combustibles fósiles, vinculados al cambio climático y se apoyó el transporte público frente al privado, para reducir las emisiones de dióxido de carbono, la congestión en las ciudades y los problemas de salud causados por la polución (Vid. Cumbre de la Tierra, en Wikipedia [en linea] http://es.wikipedia.org/wiki/Cumbre_de_la_Tierra [consulta 02-11-09]. Sus acuerdos fueron la base del Protocolo de Kioto, firmado por los países industrializados el 11 de diciembre de 1997, comprometiéndose a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012, al menos un 5%, tomando como referencia los niveles de 1990 (Protocolo de Kioto, en Wikipedia [en línea: (http://es.wikipedia.org/wiki/Protocolo_de_Kioto_sobre_el_cambio_clim%C3%A1tico] [consulta 02-11-09]. Cumplimiento que se revisará en Copenhague el próximo diciembre.
Sin duda, el uso de energías renovables disminuirán las emisiones contaminantes y un desarrollo más armónico y equilibrado puede contribuir a que no se aumenten más las desigualdades entre los pueblos, como lo prueba el nacimiento de países emergentes como China, India o Brasil, e incluso entre las clases sociales, aumentando el número de personas de clase media, pudiendo también garantizarse más los recursos para las generaciones futuras. Sin embargo, el “desarrollo sostenible” enmascara el problema, pues el adjetivo de sostenible no quita la carga mortífera del sustantivo desarrollo, tanto capitalista como comunista soviético.
Ante todo, el desarrollo capitalista, –el soviético desapareció hace ya veinte años- por muy sostenible que se proclame, es incapaz de erradicar la pobreza, las desigualdades o de reforzar la cohesión social. El crecimiento capitalista mira sólo a expandir los mercados, llenarlos de bienes y servicios, pero a los que sólo puede acceder una élite de grupos sociales o de países, sin importarle los parados, los empobrecidos, pues su mecanismo se basa en alimentar las desigualdades para suscitar permanentes frustraciones y crear nuevas necesidades. La crisis actual nos lo está mostrando. En el mundo actual la brecha entre ricos y pobres ha pasado de un 30 a un 80 %. El propio Banco Mundial confiesa que no se alcanzarán los objetivos del Milenio, de reducir a la mitad las personas que viven en pobreza absoluta, de aquí al año 2015. En los países en desarrollo viven 1300 millones de personas por debajo de la línea de pobreza, en los países industrializados son más de 100 millones de personas, y 120 millones en Europa Oriental y Asia Central ( Angeles Palacios Escobar. Pobreza en el mundo [en línea: http://www.rolandocordera.org.mx/esta_inter/pobreza.htm] [consulta 11-11-09]. En definitiva, el crecimiento o desarrollo capitalista, particularmente el financiero, que ha causado la Gran Depresión del siglo XXI es sólo para unas pocas personas y unos pocos países, no para la inmensa mayoría de la Madre Tierra (Antonio Turquin. La Gran Depresión del s.XXI [en línea: http://www.observatoriodelacrisis.org/readarticle.php?article_id=169] [consulta 02-11-09].
Según la ONU, los países desarrollados, donde vive el 15% de la población, emiten actualmente la mitad del CO2 que toda la población mundial. La huella ecológica de EEUU, por ej., es 5 veces más que la de China y 15 veces la de la India, contando con su diferencia de población. En Etiopía la huella per cápita es de 0’1 toneladas de C02, mientras que la de Canadá es de 20 toneladas de CO2 por h. (Naciones Unidas. Informe sobre Desarrollo humano 2007-2008: La lucha contra el cambio climático. Madrid: Mundi prensa libros, 2008, p.6). Por ello, el uso de las energías renovables (solar, eólica, biomasa y biocombustibles) disminuirán, sin duda, las emisiones contaminantes. Pero, es ilusorio suponer que estas energías sean suficientes para frenar los efectos del cambio climático, pues la producción de estas energías, como efectos del desarrollo económico, anula los beneficios de la reducción de la fuente de contaminación. Es lo que se llama el “efecto rebote” (Clement Homs. ¿Decrecimiento? [en línea: http://www40.brinkster.com/celtiberia/decrecimiento.html] [consulta: 10-11-2009].
Las razones, sin embargo, más esclarecedoras contra el desarrollo económico, sea o no sostenible, nos las ofrece Nicholas Georgescu-Roegen, economista rumano (Nicholas Georgescu-Roegen, en Wilipedia, [en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Nicholas_Georgescu-Roegen ] Existe una biografía en castellano de Oscar Carpintero. La Bioeconomia de Georgescu-Roegen. Mataró (Barcelona): Montesinos, 2006), fundador de la bio-economía y creador del concepto del “Decrecimiento”, que exponemos a continuación.
3. Decrecimiento.
Nicolás Georgescu-Roegen” es quien en sus obras, particularmente en la publicada en la Universidad de Harvard, en 1971: “La Ley de la entropía y el proceso económico”, logra conciliar la economía con la ecología, aplicando los principios de la termodinámica a la ciencia económica (Vid. Oswaldo Álvarez Guerrero. La economía ecológica de G-R, [en línea: http://www.rionegro.com.ar/30/05/2006[ consulta 03-11-09]). Georgescu denuncia en esta obra el error fundamental de la economía occidental, sea capitalista o soviética, a saber, su concepción mecanicista. La economía clásica considera solamente el flujo circular de la producción de bienes y servicios y su permanente intercambio en el mercado, sin tener en cuenta el entorno material y el medio ambiente, es decir, el flujo entrópico. Este flujo, basado en la ley de la entropía (la energía se mantiene en cantidad pero se degrada en calidad), contempla que el flujo económico de materia y energía proviene de fuentes naturales, pasa a través de las industrias, la distribución y el consumo y se evacua en el medioambiente. La bio-economía abarca, por tanto, los tres momentos del flujo entrópico: 1) Los recursos naturales o materias primas, que son escasos y limitados, 2) su transformación mediante la industria, distribución y consumo y 3) la evacuación como energía degradada en residuos, basura etc. La economía clásica de los ss.XIX y XX sólo contemplaba el 2 momento y no tenía en cuenta los otros dos. Nicolas Georgescu asemeja la economía clásica al sistema circulatorio del cuerpo humano, mientras la economía ecológica tiene también en cuenta el sistema digestivo, que recibe y expele al exterior los deshechos.
Y como parte de la bio-economia analiza el concepto de “decrecimiento”, que posteriormente han desarrollado Clement Homs, Serge Latouche ( Por una sociedad de decrecimiento, [en línea: www.rebelion.org/noticia.php?id=8738[ [consulta 05-11-2009], en Francia; Mauro Bonaiuti en Italia; Oswaldo Álvarez en Venezuela y Fernández Buey, Carlos Taibo (En defensa del Decrecimiento, [en línea: http://elcomentario.tv/reggio/en-defensa-del-decrecimiento-de-carlos-taibo-en larepublicaes /16/03/2009/] [consulta 01-11-09]
El crecimiento desarrollista capitalista, no puede basarse en un crecimiento industrial o financiero continuo e ilimitado, porque los recursos naturales de baja entropía (minerales, hidrocarburos, agua, bosques, bienes marinos, tierras cultiva- bables, aire etc) son limitados no infinitos y, sobre todo, porque el capitalismo no puede considerar sólo la depreciación del capital (bienes de producción, mano de obra etc) sino también la degradación de todo el proceso económico, que se transforma en energía degradada, en residuos, en basura, en contaminación atmosférica, en efecto invernadero. El “desarrollo sostenible” basado en las nuevas tecnologías renovables, es también una solución insuficiente. Porque los beneficios de la reducción de la fuente de contaminación se anulan por la producción desarrollista de estas mismas energías, como ocurre al producir electricidad mediante centrales atómicas o térmicas de carbón.
Decrecimiento significa, por tanto, echar el freno y parar este desarrollismo desbocado e inventar otro sistema económico que no necesite un crecimiento perpetuo, basado en triturar y consumir todos los bienes materiales y llenar el planeta de residuos contaminantes y basura. Comprendería dos aspectos:
1) Reducción no sólo del consumo y de la producción, sino también del uso excesivo de recursos naturales y de las emisiones de residuos y contaminación. Reducción del uso de recursos naturales que son finitos, del crecimiento continuo y perpetuo del PIB, de la producción de bienes y servicios, de su distribución y consumo. Y reducción de la emisión de residuos, basuras y emisiones contaminantes. Y
2) Aumentar los valores de sobriedad, austeridad, solidaridad, fraternidad y redistribución. Porque, como decía Gandhi: “tenemos que aprender a vivir más simplemente, para que los otros, simplemente, puedan vivir”. La reducción de la producción y consumo de bienes en los países llamados “desarrollados”, que implica una vida más sencilla, más austera en consumo de energía, recursos y menor contaminación, debe estar orientada a la redistribución y reparto para los que nada o poco tienen. Y hay que recordar que la ONU misma en sus Informes admite que actualmente sólo un 20 % (unos 1.500 mill.de habitantes del planeta) poseen un nivel adecuado de riqueza, mientras que están sumidos en un nivel mayor o menor de pobreza un 80 % de la Humanidad (unos 4.500 de hh.). Decrecer así nos pondría en sintonía con las palabras del Taureg Moussa ab Assarid: “Tenéis de todo, pero no os basta. Os encadenáis de por vida a un Banco. Hay ansia de poseer, frenesí, prisa… En el desierto cada cosa pequeña proporciona felicidad. Cada roce es valioso. Allí nadie sueña con llegar a ser, porque ¡cada uno ya es!”. El Decrecimiento así entendido se suele sintetizar en las “6 R”: Reducir (disminuir el consumo de bienes, de la producción e impacto de nuestra contaminación). Reutilizar y reciclar (para no derrochar nuestro capital natural, no agotar los recursos naturales y acabar con el cambio climático). Reevaluar (aumentar nuestros valores de austeridad, simplicidad, solidaridad, fraternidad, no solo el PIB). Reestructurar (adaptar nuestra economía a estos valores). Redistribuir (reparto equitativo de la riqueza). (L. BOFF. Ecosencillez. [en línea: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=312 [consulta 02-11-09], Clement Homs. Ob.cit. Fernández Buey, ob.cit.).
Hay que subrayar, sin embargo, que el actual decrecimiento o reducción del PIB que la presente crisis económica ha originado en todas las economías: - 6% en EEUU y Alemania, en España -4%, en el primer trimestre de este año, con su secuela de cierre de empresas, paro, caída del consumo etc., no es lo que nosotros entendemos por Decrecimiento. Se dará contracción del PIB, contracción de la riqueza y caídas de empresas, como la General Motors, pero esta riqueza no se distribuye, la acaparan otras pocas multinacionales. En España, por ej., han caído 300.000 empresas, hay 4 millones de parados, pero el Banco de Santander ganó 6.000 millones de €, en el primer semestre de este año. Paro y pobreza para muchos y riqueza para unos pocos no es Decrecimiento, sino enriquecimiento de una minoría. El decrecimiento del que hablamos supone reducir el consumo, la producción, el uso de recursos naturales y la emisión de residuos contaminantes, pero para que todos, personas y países, hoy y en el futuro, tengan lo necesario, puedan tener los recursos indispensables para una vida digna.
4.- Visión cristiana del Decrecimiento.
No nos referimos con este epígrafe a que queramos cristianizar realidades o teorías científicas, como se hizo en épocas pasadas. Queremos mostrar simplemente que esta visión del Decrecimiento, que cada día es más popular, ha sido teoría y práctica constante del Cristianismo.
La simplicidad y austeridad de vida han sido actitudes muy frecuentes en el Cristianismo, aunque hoy estén un poco olvidadas, y nadie las ha expuesto y vivido mejor que Francisco de Asís. En su “Cántico del Hermano Sol” expresa bien la relación de fraternidad cósmica existente entre todos los seres. “A todas las criaturas daba el dulce nombre de hermanas, pues sabía muy bien que todas tenían el mismo origen que él” (Leyenda mayor 8,6, en Escritos completos de S.Francisco de Asís. Madrid: BAC,1945, p.579). Y en el Cántico del Hermano Sol (ibid.p. 71) canta: “Loado seas mi Señor con todas tus criaturas: el hermano sol, la hermana luna y las estrellas, el viento y el agua…”. Él canta con todas las criaturas; no canta a través de ellas, porque esto sería usarlas y tenerlas sometidas. Francisco no renuncia a las criaturas, no las toma como malas, sino que afirmando que las cosas son y valen, renuncia a someterlas, a dominarlas y a convertirlas en objeto de la voluntad de poder humana. Renuncia a estar por encima de ellas para colocarse al lado de ellas, lo que constituye la pobreza radical cristiana. La pobreza no hay que considerarla sólo como una virtud, sino más bien como un principio o actitud fundamental del ser humano: el despojamiento del instinto de posesión. De-crecer será para los cristianos, ante todo, despojarnos de ese instinto perverso de sólo tener, de acrecentar, de consumir más y más. Será caminar hacia una civilización de la austeridad compartida –como dice Jon Sobrino-. Pobreza, austeridad compartida, despojamiento del sólo poseer, de-crecimiento, todo ello es hermano de la sencillez y simplicidad y de la humildad, cuyo significado básico es colocarse a ras del suelo, en el “humus”, en la tierra (Véase Leonardo Boff. Ecologia, 253-272).
Ahora bien, el principio pobreza, el despojamiento y de-crecimiento apunta a una disponibilidad completa, mira a centrarse en el otro, busca que los otros también vivan y posean. Esta fue la praxis cristiana de los dos primeros siglos que nos describen los Hechos 2,42-48 y 4,32-35 y que se basaba en la comunión fraternal de oración, de doctrina y de bienes. Nadie padecía necesidad material, pues los bienes se repartían ”según la necesidad de cada uno”.
Seguramente, nadie ha captado mejor esta novedad de vida que la comunista polaca-alemana Rosa Luxemburgo, En su obra El socialismo y las Iglesias, describe la entrada revolucionaria del cristianismo en la sociedad romana, dividida entre la clase patricia o militar y los esclavos o libertos pobres. “En esta sociedad putrefacta, -nos dice- donde el pueblo no tenía salida de su trágica situación, ni esperanzas de una vida mejor, los infelices volvieron su mirada al cielo para encontrar allí la salvación. La religión cristiana aparecía ante estos infelices como una tabla de salvación, un consuelo, un estímulo y se convirtió, desde sus comienzos, en la religión del proletariado romano. De acuerdo con la situación material de los integrantes de esta clase, los primeros cristianos levantaron la consigna de la propiedad común: el comunismo. (el subrayado es mio) ¿Qué podía ser más natural? El pueblo carecía de los medios, de subsistencia y moría de hambre. Una religión que defendía al pueblo; que exigía que los ricos compartan con los pobres los bienes que debían pertenecer a todos; una religión que predicaba la igualdad de todos los hombres, tenía que lograr gran éxito”. [en línea: http://www.marxismo.org/files/Rosa%20Luxemburgo%20-%20Obras%20escogidas.pdf, p.143] [consulta 08-01-08].
Esta es, para nosotros, la visión cristiana del decrecimiento. La actualización hoy de este “socialismo cristiano de comunidad de bienes”, de que habla Rosa Luxemburgo, sería la implantación de una Renta básica para todos los ciudadanos, según desarrollo en el trabajo: Renta básica de ciudadanía (http://www.ccp.org.es/node/325 )
4. Eco-Socialismo marxista
Rosa Luxemburgo, sin embargo, aún admirando el primitivo socialismo cristiano, establece una diferencia con el socialismo marxista. El socialismo cristiano es un comunismo de consumo no de producción, procura que todos tengan sus necesidades básicas cubiertas, lo que es mucho, pero no se preocupa, ni pudo hacerlo, de cómo se producen o se obtienen esos bienes. “La consigna de propiedad colectiva -nos dice- que levantaban los cristianos no se refería a los bienes de producción sino a los de consumo. No exigían que la tierra, los talleres y las herramientas se convirtieran en propiedad colectiva, sino simplemente que todo se dividiera entre ellos, casa, comida, ropas y todos los productos elaborados necesarios para vivir….. Los cristianos sólo deseaban que los que poseían la riqueza abrazaran el cristianismo y convirtieran sus riquezas en propiedad común para que todos gozaran de estas cosas en igualdad y fraternidad…Así, los cristianos de los primeros siglos eran comunistas fervientes. Pero era un comunismo basado en el consumo de bienes elaborados y no en el trabajo y se demostró incapaz de reformar la sociedad, de poner fin a la desigualdad entre los hombres y de derribar las barreras que separaban a los pobres de los ricos (Ibid. 143-146)
Esta misma crítica es la que el marxismo hace también a la teoría expuesta del Decrecimiento. No obstante, antes de ver este punto, es necesario responder primero a la crítica que Nicolás Georgescu hace de la economía marxista del comunismo soviético. Esta crítica, que la hace en los años 70, tras la caída de Krutchev y el ascenso de Brezhnev, es válida, a nuestro entender.
El comunismo soviético tiene efectivamente una visión mecanicista y economicista de la economía. “Determinista o mecanicista –decimos en nuestro estudio El marxismo de las/os Cristianos por el Socialismo- porque reconoce a la realidad material, a la naturaleza con sus leyes objetivas e independientes del hombre, como lo único existente y, por lo tanto, lo más importante. El ser humano, por su parte, estará totalmente determinado a conocer o captar las leyes que son propias a esa realidad exterior, objetiva e independiente del sujeto, llamada naturaleza y aplicarlas en su vida, lo que elimina la concepción histórica de la sociedad. Y es economicista porque el factor económico, las condiciones de producción resultante de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre ellas, es lo que determina “en última instancia” la vida social. El desarrollo histórico de la sociedad en su conjunto está determinado por lo económico” (Documentos de CPS, nº 38, p. 4, [en línea: http://www.cps.com.es/documentos.htm ] .
Sin embargo, como exponemos en el mismo trabajo, existe otro marxismo humanista que no es determinista ni economicista y, por lo tanto, puede muy bien aceptar las tesis de Nicolas Georgescu. Marx no pudo incorporar a su teoría económica las ideas de la bio-economía de N. Georgescu, porque en su tiempo no podía tener una visión ecológica causada por la globalización capitalista. No obstante, creemos que la crítica que el marxismo humanista hace del modo de producción capitalista sigue siendo válida y completa el concepto de Decrecimiento de Nicolás Georgescu.
Efectivamente, no habrá que reducir únicamente la producción y el consumo, sino el modo de producción capitalista, que influye en cómo se distribuye y consume. Si la producción, aunque decrecida, sigue siendo capitalista; si las relaciones sociales de producción están en manos de los que detentan el capital, que someten a su dominio a los que únicamente viven de la fuerza de trabajo, sea muscular o intelectual. Si sólo existe el valor de cambio y todo es mercancía, si el motor del proceso productivo es la ganancia, garantizada mediante la productividad y la competencia, este proceso seguirá siendo injusto, por muy decrecido que intentemos que sea. Creemos que el cambio del modo de producción capitalista, augurado por el marxismo humanista no soviético, completa la tesis del flujo entrópico expuesto de N.Georgescu.
Como conclusión, pues, deberíamos intentar caminar hacia un eco-socialismo. Un Decrecimiento tal como hemos expuesto, pero al mismo tiempo, con otro modo de producción, es decir socialista no capitalista.
Antonio Moreno de la Fuente
Teresa Bravo Gómez
CCP de Sevilla, 16 de noviembre 2009